En Defensa del Software Libre

Cooperativismo de plataforma

Trebor Scholz

Publicado en En Defensa del Software Libre #4

Publicado el 11/09/2016. Última modificación 27/01/2019

Adaptación de “Cooperativismo de plataforma”, traducido al castellano y publicado originalmente por Dimmons. “Platform Cooperativism” publicado en inglés por Fundación Rosa Luxemburgo, oficina Nueva York. Liberado bajo Licencia de Producción de Pares con permiso del autor.

Entre todos los problemas del trabajo del siglo XXI –el auge de un sector de servicios con bajos salarios, la desigualdad económica, el desmoronamiento de los derechos de las trabajadoras– el principal es que hay muy pocas alternativas realistas. Lo que ha faltado en el debate sobre el futuro del trabajo es un enfoque que ofrezca a la gente algo que pueda abrazar de todo corazón. De eso es lo que trata este estudio.

En primer lugar, voy a reflexionar sobre las oportunidades, riesgos y consecuencias de la sharing economy. Utilizaré el caso de Amazon.com, que ha entrado con fuerza en la “sharing economy”. En segundo lugar, describiré el crecimiento de las cooperativas de plataforma y ofreceré ejemplos de plataformas existentes y de plataformas imaginarias. Lo que llamo cooperativas de plataforma consiste en modelos democráticos de propiedad para la Internet. En tercer lugar, esbozaré diez principios para las plataformas de trabajo que están llevando la equidad laboral a las plataformas laborales. Concluiré con reflexiones sobre posibles pasos que hay que seguir para este movimiento en marcha.

Las consecuencias de la sharing economy. La han llamado “economía de changas” [gig economy], la economía de pares, la economía colaborativa. Ha llevado un tiempo reconocer que la sharing economy era en realidad una economía de servicios a demanda que se disponía monetizar servicios que antes eran privados. Es cierto que entre esos trabajos existen oportunidades innegables para estudiantes o para trabajadoras formadas en búsqueda de algo estable y para quienes disponen de una segunda vivienda. Ahora es más fácil para las graduadas universitarias encontrar algún trabajo montando los muebles o renovando la casa de alguien. Las consumidoras, formadas por una aguda apreciación de los bajos precios y de la “uber-comodidad” por encima de todo, han dado la bienvenida a estos advenedizos. Pero, ¿debemos entender la sharing economy como un cartel en el camino que apunta a un futuro mejor, más flexible, del trabajo? ¿Qué es lo que esta economía nos trae realmente?

Bienvenida a las Aldeas Potemkin de la sharing economy, en las que finalmente podés venderle las frutas que crecen en tu jardín a tus vecinas, compartir un viaje en coche, alquilar una casa de árbol en el bosque Redwood o visitar un KinkBnB. Esta amigable comodidad supone para muchas trabajadoras un salario bajo y una trampa precaria. Pero vos, por el contrario, podés escuchar tu propia cuenta de Spotify en un taxi de Uber. Ya no tenés que sufrir lo que el economista George Akerlof [-@akerlof-1970] denominó “mercado de limones”. Estas nuevas plataformas están introduciendo nuevos pesos y contrapesos. Fuiste promovida a la gerencia media, tenés derecho a despedir a tu conductora. Hay empresas que hasta han encontrado una manera de sacar valor financiero de tus interacciones con los objetos cotidianos, reclutándolos como informantes para el capitalismo de vigilancia.

Compañías laborales tan amantes de lo cool como Handy, Postmates y Uber celebran su momento warholiano, sus quince mil millones de dólares de fama. Se deleitan en el hecho de haber puesto en marcha sus plataformas monopólicas en ausencia de una infraestructura física propia. Al igual que AOL y AT&T no crearon Internet, ni Mitt Romney construyó su negocio por sí mismo [@wsj-2012], las empresas de la economía a demanda tampoco construyeron su imperio. Están poniendo a producir tu coche, tu departamento, tu trabajo, tus emociones y, más importante, tu tiempo. Son empresas de logística que requieren que las participantes paguen al intermediario. Nos estamos transformando en activos; se trata de la financiarización de la vida cotidiana 3.0.

En What’s Yours is Mine [Lo que es tuyo es mío], el investigador canadiense Tom Slee lo resume así:

Muchas personas bien intencionadas sufren de una fe errónea en las capacidades intrínsecas de Internet para promover la confianza y una comunidad igualitaria y así, sin saberlo, se van convirtiendo en cómplices de esta acumulación de fortuna privada y de la construcción de nuevas y explotadoras formas de empleo. [@slee-2015]

En la conferencia “Cooperativismo de plataforma”1, John Duda, de Democracia Colaborativa, declaró:

La propiedad de las instituciones de las que dependemos para vivir, para comer, para trabajar, se está concentrando cada vez más. Sin la democratización de nuestra economía, sencillamente no tendremos el tipo de sociedad que queremos tener, o que creemos tener. Simplemente no vamos a ser una democracia. ¡De hecho, la Internet no está ayudando! Está alimentada por el pensamiento cortoplacista, por el lucro empresarial; está dirigida por el capital de riesgo y está contribuyendo a la concentración de la riqueza en cada vez menos manos. Dondequiera que la economía tecnológica se extiende, la vivienda se vuelve totalmente impagable. Tenemos que revertir esa tendencia2.

Las ocupaciones que no pueden ser deslocalizadas –la paseadoras de mascotas o la que hace la limpieza doméstica– se están subsumiendo bajo lo que Sascha Lobo [-@lobo-2014] y Martin Kenney llaman “capitalismo de plataforma”. Las baby boomers están perdiendo sectores de la economía como el transporte, la comida y varios otros más ante la generación del milenio, que se precipita con ferocidad a controlar la demanda, la oferta y el lucro al agregar una gruesa capa de negocio sobre las interacciones entre usuarias a través de aplicaciones. Están ampliando el libre mercado desregulado sobre áreas de nuestras vidas que antes eran privadas.

La sharing economy se presenta como un heraldo de la sociedad post-trabajo; el camino hacia el capitalismo ecológicamente sostenible en que Google va a vencer a la misma muerte y no tenemos que preocuparnos por absolutamente nada. Bajo el lema “lo que es mío es tuyo”, el caballo de Troya de la sharing economy nos libera de las formas jurásicas del trabajo mientras desencadena una maquinaria colosal de represión sindical; pasando por encima de las personas de mayor edad en especial. El autor alemán Byung-Chul Han enmarca el momento actual como “sociedad de fatiga” [@han-2010]. Vivimos, escribe, en una sociedad orientada a los logros, que es supuestamente libre y determinada por el “sí se puede”. Al principio esto crea una sensación de libertad, pero que pronto viene acompañada de ansiedad, auto-explotación y depresión.

Es importante señalar que no podemos iniciar este debate sin antes reconocer que la sharing economy no es una especie de cubo plastificado en el “ciberespacio”; es solo otro reflejo del capitalismo y del atlas masivo de las prácticas del trabajo digital. En consecuencia no podemos tener una discusión sobre las plataformas de trabajo sin antes reconocer que dependen de la explotación de vidas humanas a lo largo y ancho de las cadenas globales de suministro, comenzando por el hardware sin el que toda esta economía “ligera” se hundiría en el fondo del océano.

No se pueden tomar en consideración los tan amados dispositivos de Apple sin antes recordarnos a nosotras mismas las condiciones de trabajo en las que Andrew Ross llama “fábricas suicidas de Foxconn” en Shenzhen, China. O la extracción de minerales raros en la República Democrática del Congo; es esencial seguir las cadenas de suministro que facilitan todos estos estilos de vida digitales, aparentemente limpios y glamorosos.

Hay una masa de cuerpas sin nombre, escondidas tras la pantalla, expuestas a vigilancia laboral, el desplume colectivo, el robo de salarios y al software privativo. Como la activista del software libre Micky Metts advertía: “Cuando se construyen plataformas, no se puede construir la libertad sobre la esclavitud de otra persona”3.

Al responder a una crítica política de la economía a demanda, algunas académicas postulan que los terribles resultados de un capitalismo sin restricciones están bien entendidos; toda esa perorata no necesita ser afirmada de vuelta. Pero tal vez, como dijo McKenzie Wark: “esto no es capitalismo, esto es algo peor”. Sugirió que “el modo de producción en el que parecemos estar entrando no es tanto el capitalismo como ha sido descrito clásicamente” [@wark-2015].

Esto no es simplemente una continuación del capitalismo pre-digital tal como lo conocemos, sino que hay notables discontinuidades, un nuevo nivel de explotación y una concentración de riqueza para la que se acuñó el término “desplume de multitudes”. Desplumar a la multitud es una nueva forma de explotación, puesta en marcha por cuatro o cinco advenedizos, para disponer de una reserva mundial de millones de trabajadoras en tiempo real.

La situación actual necesita ser discutida en el contexto de la intensificación de las formas de explotación en línea y también de antiguas economías de trabajo invisible y no remunerado. Pensemos en la campaña “salario para el trabajo doméstico” de Silvia Federici, Selma James y Mariarosa Dalla Costa y en la década de 1980, en la teórica de la cultura Donna Haraway discutiendo las maneras en que las tecnologías de la comunicación emergentes permiten que el trabajo doméstico se disemine por toda la sociedad.

La sharing economy se detiene

Dentro de veinte o treinta años, cuando posiblemente nos estemos enfrentando al final de las profesiones y aun más puestos de trabajo de la gente sean “uberizados”, bien podríamos despertar y preguntarnos por qué no protestamos con más fuerza contra estos cambios. A pesar de todas las exquisitas ventajas de la sharing economy, podríamos terminar compartiendo las sobras, no la economía. Podríamos sentir remordimientos por no haber buscado alternativas anteriormente. Como es de esperar, no podemos cambiar lo que no entendemos. Por eso pregunto, ¿qué significa la sharing economy?

Todo Uber tiene su Unter4

La sharing economy indica una ofensiva a gran escala, global, en favor de “constructores de puentes digitales” que se insertan entre quienes ofrecen servicios y quienes están en su búsqueda, encajando procesos extractivos en interacciones sociales. La economía a demanda indica que el trabajo digital no es un fenómeno de nicho. UpWork (antes ODesk y Elance) afirma que tiene unos diez millones de trabajadoras. Crowdwork, ocho millones. CrowdFlower, cinco millones. En 2015, 160.000 conductoras salen a las calles para Uber, si confiamos en sus cifras [@bruns-2008]. Lyft informa 50.000 conductoras. TaskRabbit declara contar con 30.000 trabajadoras5.

En Alemania, los sindicatos como ver.di concentran sus esfuerzos en la defensa de los derechos de las empleadas, mientras que en Estados Unidos veo pocas posibilidades de un retorno de la semana de trabajo de 40 horas para aquellas que están en el sector eventual. La pregunta, entonces, es: ¿Cómo podemos mejorar las condiciones de un tercio de la fuerza de trabajo que no está empleada de modo tradicional?

Los modelos de negocio extractivos de hoy, basados en plataformas, hacen que algunos de los esquemas monetarios más tempranos en la Internet parezcan experimentos socialistas. Douglas Rushkoff, autor de Throwing Stones at the Google Bus [Tirando piedras al autobús de Google], señala que “en lugar de crear empresas verdaderamente distributivas solo estamos dándole esteroides a la economía industrial, creando brechas de riqueza y formas de explotación cada vez más extremas. Estamos generando todas estas nuevas tecnologías como el Bitcoin o la Blockchain, pero en realidad no nos estamos preguntando para qué estamos programando estas cosas”6. Los beneficios del capitalismo de plataforma para las consumidoras, propietarias y accionistas son evidentes; pero el valor añadido para las trabajadoras vulnerables y el valor a largo plazo para las consumidoras no están claros, en el mejor de los casos.

Las nuevas dependencias y el nuevo dominio

Se trata del cambio de la empleada, con resumen de sueldo y semana laboral de 40 horas, a una trabajadora más contingente, freelance o contratista independiente, lo que también se conoce a veces como 10997 o trabajadora de “changas”8. En el proceso, las trabajadoras están perdiendo el salario mínimo, las horas extraordinarias y las protecciones legales contra la discriminación en el empleo. Asimismo, los empleadores no tienen que contribuir al sistema de asistencia médica, ni al seguro de desempleo, ni al seguro contra accidentes, ni a la jubilación de sus trabajadoras.

“Mientras que el empleo tradicional era como el matrimonio –escribe el jurista Frank Pasquale–, con las dos partes comprometiéndose a un proyecto conjunto a más largo plazo, la mano de obra digitalizada está en busca de una serie de levantes” [@pasquale-2011]. Estos mitos sobre el empleo proyectados enérgicamente sugieren que trabajar como empleada significa que debes renunciar a toda la flexibilidad y que trabajar por tu cuenta, de alguna manera, significa inherentemente que tu trabajo es flexible. Sin embargo, esta “flexibilidad innata” de las trabajadoras independientes de bajos ingresos debe ponerse en duda, porque las trabajadoras no existen en el vacío; también se tienen que adaptar a los horarios de sus jefes virtuales.

Usando el lenguaje de la iniciativa empresarial, la flexibilidad, la autonomía y la elección, la carga de los mayores riesgos de la vida: el desempleo, la enfermedad y la vejez, han sido puestos sobre los hombros de las trabajadoras. ¡Hay propietarios de plataformas que se refieren a las trabajadoras como “conejas”, “turcas” o “proveedoras”! Me pregunto si Leah Busque, CEO de TaskRabbit, se sentiría insultada si la llamaran coneja. Ella es una jefa. El problema es que es dueña de su mente y de la plataforma.

¿Quién va a estar dispuesto a ofrecer derechos laborales a todas las trabajadoras autónomas, a las temporales y por contrato? El senador Mark Warner, de Virginia [@warner-2015] y sobre todo el economista de Princeton Alan Krueger, entre otros, han sugerido una tercera categoría de trabajadoras que no es ni un contratista independiente, ni una empleada: la trabajadora independiente [@harris-krueger-2015]. Esta categoría de trabajadora recibiría muchas de las protecciones laborales tradicionales.

Una respuesta diferente a la pérdida de poder de negociación de las trabajadoras en la economía a demanda proviene del programador informático y escritor Steve Randy Waldman, quien sugirió que la clasificación de las contratistas independientes debe estar subordinada a los requisitos de que las trabajadoras sean “multi-hogar”, es decir, que trabajen usando varias plataformas y por lo tanto evitando las trampas de plataformas individuales, dominantes, como Uber. Waldman entiende el multi-homing como poder de negociación cuando se trata de mitigar el poder de los monopolios [@waldman-2015].

La sharing economy es reaganismo por otros medios. Retrocediendo en el tiempo, mi argumentación es que hay una conexión entre los efectos de la sharing economy y los deliberados shocks de austeridad que siguieron a la crisis financiera en 2008. Los tecnólogos multimillonarios saltaron de cabeza, cabalgando a lomos de las que buscan desesperadamente trabajo, no solo aumentando así la desigualdad, sino también reestructurando la economía de manera que esta nueva forma de trabajar, privada de todos los derechos laborales, sea vivible, sobrevivible o, como ellos dirían: “sostenible”.

La sharing economy surgió a partir de la estirpe de Reagan y Thatcher, que en los ’80 no solo acabaron con las huelgas de las mineras y las controladoras de tráfico aéreo, sino que dañaron la creencia en la capacidad de los sindicatos de velar por las trabajadoras y en la posibilidad de la solidaridad, creando un marco en que la reestructuración del trabajo, los recortes al estado de bienestar y el desacople entre la productividad y los ingresos se volvieron plausibles.

Las exigencias de cualificación son cada vez más altas y la ansiedad y el miedo al desempleo y a la pobreza se han convertido en temas centrales en la vida de muchas jóvenes de hoy. Todo esto ha conducido a un mundo en el que, para la generación del milenio, el fin del mundo parece más plausible que el fin del capitalismo y sus carreras se parecen a vehículos autónomos que se dirigen hacia el Armagedón.

Es On the Waterfront [Nido de ratas] de Elia Kazan en anfetaminas. Las jornaleras digitales se levantan cada mañana solo para unirse a la subasta de sus propias changas. Según la economista Juliet Schor, la sharing economy ofrece acceso al trabajo descalificado a la clase media educada, que ahora puede conducir taxis y ensamblar muebles en casas de otra gente, mientras que al mismo tiempo desplaza a las trabajadoras de bajos ingresos de estas ocupaciones9.

Una de cada tres trabajadoras de la fuerza laboral estadounidense es ahora una trabajadora independiente, jornalera, temporera o freelance. El jurado está todavía deliberando sobre si regresarán a un mundo con un sueldo fijo, una semana de trabajo de 40 horas y con algunas protecciones sociales.

Generación de beneficios para unos pocos

El software que está impulsando la sharing economy está envuelto en una interfaz de diseño adictivo. En la pantalla, el ícono de tamaño hormiga de un taxi acercándose a tu ubicación es tan seductor y peligroso como las sirenas que atraían a Ulises; es un diseño que escala. Por el lado empresarial, los emprendedores e ingenieros de software han creado nuevos mercados. Pero, ¿es esto pura innovación o hay una fábrica detrás del parque de juegos? ¿La innovación debe consistir solo en beneficios para unos pocos, dejando a su paso una mano de obra en la que predominan protecciones sociales insuficientes? ¿Es la innovación centrada en la extracción de valor y el crecimiento, o se trata de la circulación de este valor entre la gente?

La eficiencia, del mismo modo, no es una virtud cuando está construida en torno a la extracción de valor en beneficio de accionistas y propietarios. Es este sentido, la extracción de valor a partir de las personas que realizan empresas laborales como Amazon, CrowdSpring y TaskRabbit no es ni eficaz ni innovadora. El capitalismo de plataforma, hasta ahora, ha sido muy ineficaz para hacer frente a las necesidades comunes. Lo que inicialmente parecía innovación ha subido el volumen de la desigualdad de ingresos.

Con la creación de nuevas ocupaciones en la economía 1099, empresas como Intuit han comenzado a florecer ya que su software ayuda a las freelancers en su declaración de impuestos.

La ilegalidad como método

En Estados Unidos la ilegalidad es un método y no un bug de la sharing economy y el gobierno federal, no está interviniendo al menos hasta ahora, dejando el asunto (y única esperanza) a la municipalización de la regulación. La sharing economy también ha sido criticada por la “anulación de la ley federal” [@pasquale-vaidhyanathan-2015], la falta de dignidad de las trabajadoras y la eliminación de los derechos laborales y valores democráticos, como la rendición de cuentas y el consentimiento. Las empresas de la sharing economy no han pagado impuestos, violando leyes federales. Su modus operandi sigue un patrón. En primer lugar, las empresas como Uber violan varias leyes –las leyes contra la discriminación, por ejemplo– y a continuación llaman la atención sobre una creciente y entusiasta base de consumidoras, exigiendo cambios legales. Airbnb gastó más de 8 millones de dólares para hacer lobby en San Francisco cuando las residentes votaron regular sus operaciones. Uber gasta incluso más dinero en lobbistas que Walmart. De manera significativa, tanto Uber como Airbnb están utilizando sus aplicaciones como plataformas políticas, que se utilizan para activar a sus clientas a que se opongan a cualquier intento de regulación contra ellos.

Cuando te enteras de que las conductoras de Uber en Los Ángeles están trabajando por debajo del salario mínimo; cuando se conoce que las trabajadoras de CrowdFlower y Mechanical Turk no ganan más de dos a tres dólares por hora; cuando se comprende que gran parte (sino la mayoría) de los ingresos de Airbnb en la ciudad de Nueva York proviene de anfitriones que alquilan apartamentos enteros por menos de treinta días [@slee-2015]; cuando te dicen que las nuevas startups están navegando alrededor de la definición de empleo de tal manera que las personas que están trabajando para ellas sean clasificadas como trabajadoras independientes, en lugar de empleadas; cuando se comprende que la situación de trabajadora independiente anula la protección otorgada a las trabajadoras por la Fair Labor Standards Act; cuando Uber, Lyft y Airbnb continúan haciendo negocios en las ciudades que prohibieron sus operaciones; entonces se entiende por qué el gobierno y/o los municipios tienen que actuar en contra de esta “nulificación de la ley federal” [@pasquale-vaidhyanathan-2015]. En 2015, un estudio de Princeton demostró que las conductoras de Uber en 20 ciudades ganan alrededor de $17.50 USD la hora, lo cual de acuerdo a las conductoras se reduce a entre $10 y $13 USD la hora después de restar los costos de combustible, seguros, pagos por el vehículo y su mantenimiento [@harris-krueger-2015]. Los Ángeles aprobó un salario mínimo de $15 USD la hora, lo que pone a Uber en violación de esa ley. Ahora, cualquier persona con conocimientos básicos de la Fair Labor Standards Act de 1938 diría que tales salarios son ilegalmente bajos; que no cumplen con los estándares del salario mínimo.

Si tomamos en cuenta las significativas tasas de desgaste de las trabajadoras de Mechanical Turk y las conductoras de Uber (la mitad de las cuales no aguanta más de un año)10, está claro que estos negocios, en su forma actual, no son sostenibles.

En Estados Unidos, no respetar los derechos de las trabajadoras tiene un riesgo legal muy bajo para los patrones. El Departamento de Trabajo de Estados Unidos, estratégicamente escaso de personal, es básicamente incapaz de perseguir a las empresas que violan la Ley Federal de Trabajo e incluso en el improbable caso de que sean descubiertas, todo lo que tienen que hacer es pagar a las trabajadoras lo que les deben.

Queda algo de esperanza. En una sentencia reciente, un juez federal dictaminó que una conductora Uber era una empleada y no una trabajadora independiente [@isaac-singer-2015]. Y las trabajadoras de Lyft e incluso Yelp también están presentando demandas para ser reconocidas como tales [@techdirt-2015]. En otoño de 2015, la ciudad de Seattle abrió la puerta para la sindicalización de las conductoras de Uber. Y casi al mismo tiempo, una inusitada coalición de startups y sindicatos publicaron un documento que resume las protecciones sociales de las trabajadoras que son necesarias para que la economía digital prospere [@nyt-2015]. Pero que el Gobierno Federal tenga la voluntad política de introducir nuevas medidas de protección para las trabajadoras es algo que está por verse.

A nivel local y provincial, se encuentran en marcha algunos esfuerzos reguladores. En el condado de Montgomery, por ejemplo, la Asamblea General de Maryland ha decidido regular a Uber y Lyft con una tasa de $0,25 USD por cada viaje. Los ingresos se utilizarán para ofrecer servicios de transporte más accesible para las personas mayores que cumplan los requisitos y para las residentes con ingresos bajos [@wamu-2015]. El alcalde De Blasio está trabajando para frenar el tamaño de la flota de Uber en las calles de la ciudad de Nueva York.

Amazon se suma a la sharing economy

Amazon.com, aun debajo de la edad legal para beber, es una de las empresas más antiguas de esta economía digital y se está uniendo a la sharing economy. La sección de libros de Amazon comenzó en 1994 pero, como Uber, hoy en día se ha convertido en una plantilla para un sinnúmero de otros negocios. El cruel genio está fuera de la botella, la lógica de negocio de los sistemas de crowdsourcing como Amazon Mechanical Turk está siendo adaptada por empresas como CrowdFlower, 99Designs y cientos de otras. Amazon se insertó en la sharing economy con empresas como Flex, un servicio de entrega basado en el crowdsourcing que utiliza a gente corriente, no a las carteras habituales, para la entrega de paquetes. También inició HomeServices, que sitúa a la compañía como intermediaria de electricistas o plomeras y HandMade-at-Amazon, que compite directamente con Etsy.

Desde 2005, Amazon gestiona una empresa de intermediación laboral en línea llamada Amazon Mechanical Turk, en la que las trabajadoras pueden ingresar y elegir entre largas listas de tareas. Al igual que en el trabajo a destajo tradicional de la industria de la indumentaria, Mechanical Turk permite que un proyecto se divida en miles de fragmentos, que se asignan a las llamadas crowd workers. Estas trabajadoras novatas, a menudo bien formadas, están ganando entre $2 y $3 USD por hora en este entorno. Al igual que las trabajadoras migrantes o temporales en la industria de la comida rápida, están trabajando largas horas, siendo mal remuneradas y maltratadas por sus jefes virtuales al tiempo que obtienen poco o ningún beneficio social.

Se podría pensar que en un país rico y democrático como Estados Unidos, las trabajadoras estarían protegidas legalmente contra tales abusos y que operaciones como las de Uber serían desmanteladas de inmediato. Fuimos testigas de cómo unos funcionarios parisinos imputaban a dos ejecutivos de Uber [@schechner-2015] y de cómo ciudades como Río de Janeiro están prohibiendo a la empresa y haciendo cumplir esta legislación [@guardian-2015]. En Estados Unidos no se hace mucho contra esas empresas que desobedecen las leyes federales y los reglamentos municipales.

El robo de salarios, por ejemplo, es un hecho cotidiano en Amazon Mechanical Turk, que tolera explícitamente esta práctica. Los usuarios solicitantes pueden rechazar un trabajo hecho correctamente y evitar el pago. El objetivo de la plataforma, su lógica sistémica, se expresa a través de su arquitectura y diseño, así como en sus condiciones de uso. El robo de salarios es una característica, no un bug.

Amazon.com supone de hecho un buen ejemplo; es parte del monocultivo de grandes empresas que cotizan en bolsa y que maximizan los beneficios con la misión de crear rentabilidad para sus accionistas. Es el deber fiduciario de tales empresas el de crear cada vez más valor para los accionistas, para crecer y servir a los propietarios de la plataforma.

La “uber-comodidad”, la rapidez, el precio y el dominio en general de Amazon hace que resulte difícil para nosotras hacer ojos ciegos ante el hecho de que a la sombra de nuestra comodidad hay importantes costes sociales para las trabajadoras. En uno de los almacenes de Amazon en Alemania, por ejemplo, la empresa monitorizó a las trabajadoras de logística y las reprendió incluso por sus períodos más cortos de inactividad con los denominados informes de inactividad. Las tecnologías de vigilancia y los supervisores mantienen un registro incluyendo las charlas de uno o dos minutos entre dos trabajadoras y de las ausencias prolongadas en el baño [@dw-2015]. Después de dos digresiones así, de pausas de entre uno y nueve minutos, las trabajadoras pueden ser despedidas. Y por supuesto, esto no solo está pasando en “centros de cumplimiento” de Amazon en Alemania. Es la lógica taylorista llevada a tal extremo que ni siquiera tiene sentido empresarial. Es una absoluta densificación del trabajo, tal como ha denominado la investigadora del trabajo Ursula Huws [-@huws-2014]. Además, el Tribunal Supremo de Estados Unidos emitió un fallo que indica que no es necesario compensar el control de seguridad obligatorio de las trabajadoras que salen de estos almacenes como horas extraordinarias, a pesar de que tienen que esperar en esa cola entre 30 y 40 minutos todos los días [@griswold-2014]. La legislación favorece a las empresas que cotizan en bolsa.

Pero la miseria no se limita a las trabajadoras de almacén, a las crowd workers, sino que afecta igualmente a las trabajadoras de cuello blanco de Amazon. Podemos arrojar más luz sobre el espíritu de Jeff Bezos, CEO de Amazon, que espetó brutalmente a un grupo de editores que “Amazon debe acercarse a los editores de la forma en que un guepardo perseguiría a una gacela enfermiza” [@streitfeld-2013]. Es ese espíritu el que la compañía impone también a sus trabajadoras de cuello blanco, a sus contadoras, vendedoras e ingenieras. Algo que fue revelado en el artículo “Dentro de Amazon”, del New York Times, que citó a un ejecutivo del área de marketing de libros en Amazon afirmando que “a casi todas las personas con las que he trabajado, las he visto llorar en su escritorio” [@kantor-streitfeld-2015].

Amazon ha llegado a ser reconocida por sus malas condiciones de trabajo, pero de ninguna manera es una excepción dentro de la economía colaborativa y más allá. Nadie defiende a las trabajadoras, pero por cada trabajadora maltratada, hay más personas que están luchando por lograr una Internet centrada en las personas.

El crecimiento del sector eventual se está produciendo desde hace décadas, pero con la sharing economy tomó un impulso significativo en 2008, cuando muchas franjas de la población tuvieron que encontrar vías alternativas de ingresos.

Y por eso, en la segunda parte de este estudio, me pregunto si tenemos que seguir dependiendo únicamente de infraestructuras digitales que están diseñadas para extraer provecho para un número muy reducido de propietarios de plataformas y accionistas. Es decir, ¿es realmente inconcebible escapar de empresas como Uber, Facebook y CrowdFlower?

¡Una Internet del pueblo es posible! Una coalición de diseñadoras, trabajadoras, artistas, cooperativas, desarrolladoras, sindicatos con inventiva y defensoras de las trabajadoras puede cambiar las estructuras para que todas podamos cosechar los frutos de nuestro propio trabajo.

Silicon Valley ama una buena interrupción, así que vamos a darle una. Lo que sigue es un llamamiento a colocar a las personas en el centro de las oficinas de empleo virtuales y a convertir las ganancias en beneficio social. Es un llamamiento a los ayuntamientos a poner en marcha negocios como Airbnb. Históricamente, las ciudades estadounidenses acostumbraban a poseer y operar hoteles y hospitales y algunas todavía lo hacen. Es tiempo de revisitar esa historia.

A mediados de la década de 1960, en Nueva York, fue el artista de Fluxus George Maciunas quien empezó a formar cooperativas de artistas motivadas por su propia situación precaria. En la Ciudad de Nueva York de hoy en día, son artistas como Caroline Woolard11 quienes utilizan la lógica del arte para transformar su propia situación de vida y la de las demás.

Es posible escapar a Facebook, CrowdFlower y Google. Los imperativos corporativos como el crecimiento y la maximización de los beneficios no son la única opción. Es muy difícil arreglar lo que no se posee. La lucha por la privacidad y la lucha por salarios más altos para las crowd workers son importantes, pero modelos cooperativos de propiedad de Internet podrían resolver muchos de estos problemas.

El ascenso del cooperativismo de plataforma

Necesitamos construir una economía y una Internet que funcione para todas. ¿ Cómo podemos aprender lecciones de la larga y emocionante historia de las cooperativas y traerlas a la era digital? [@duda-2015]

¿Por dónde deberíamos comenzar? El 51% de las estadounidenses gana menos de $30.000 USD [@washington-2015] al año y el 76% no cuenta con ningún tipo de ahorro [@johnson-2013].

Entre el 2000 y el 2010, el ingreso promedio en los Estados Unidos se redujo un 7% cuando se lo ajusta a la inflación [@nadeau-2012]. En términos de bienestar social y sostenibilidad del medio ambiente, para cada vez más personas el capitalismo ya no está funcionando. Por lo tanto, tenemos que pensar en cómo cambiar las formas en que Internet es poseída y gobernada y en cómo la solidaridad podría fortalecerse en el proceso. Mi colaborador Nathan Schneider se preguntó: “¿Podría Silicon Alley hacer las cosas de forma más democrática que Silicon Valley?”

Ya sea que estemos pensando en puestos de trabajo seguros, salario mínimo, seguridad, cobertura médica o jubilación, ninguno de estos problemas puede abordarse radicalmente sin la reorganización del trabajo, sin cambios estructurales. Ninguno de estos problemas puede abordarse de manera efectiva hasta que revitalicemos la solidaridad, cambiemos la propiedad y la gobernemos democráticamente.

Las empresas de la “vieja escuela” suelen dar a las trabajadoras tan poco como pueden. La desconfianza en la voluntad de los propietarios y accionistas de velar por los derechos de las trabajadoras, la desconfianza en el viejo modelo extractivo, en la economía de la vigilancia, el monopolio, la proliferación de los lugares de trabajo sin fronteras, ha llevado a muchas personas a revivir el espíritu del cooperativismo. ¿Cuáles son las perspectivas a largo plazo para el cooperativismo de plataforma? ¿No son las cooperativas un modelo caduco de organización del trabajo? Cualquiera que plantee este interrogante debe considerar en primer lugar que la economía solidaria está en crecimiento en todo el mundo; las cooperativas emplean más personas que todas las multinacionales juntas12. El candidato presidencial demócrata, el senador estadounidense Bernie Sanders, promueve la propiedad obrera como una forma viable de progresar [@johnson-2015]. En Estados Unidos, 900.000 personas son empleadas por cooperativas [@nadeau-2012].

En su libro Collective Courage, Jessica Gordon Nembhard describe la experiencia negra en las cooperativas de Estados Unidos como una experiencia de activismo, basada en la tradición de la lucha por los derechos humanos. La Unión Cooperativa de Consumo japonesa sirve al 31% de los hogares de esa nación mientras que Mondragón, séptima mayor corporación industrial de España, es una red de cooperativas que en 2013 empleaba a 74.061 personas. Emilia Romagna, una región en Italia que alentó a la propiedad de las empleadas, las cooperativas de consumo y las cooperativas agrícolas, tiene el desempleo más bajo de todas las regiones de Italia13.

Según Kelly, el 40% de la agricultura en Brasil y el 36% de los mercados minoristas de Dinamarca están constituidos por cooperativas. El 45% del PBI de Kenia y el 22% del PBI de Nueva Zelanda provienen de cooperativas. A pesar de haber experimentado contratiempos, sería difícil argumentar con éxito que el modelo cooperativo está acabado.

En el Reino Unido, por ejemplo, en la actualidad hay 200.000 personas que trabajan en más de 400 cooperativas de trabajo. En Berlín, las ciudadanas están formando cooperativas de servicios públicos para comprar y gestionar la red eléctrica de la ciudad14. En la ciudad alemana de Schönau, otra de estas cooperativas de consumo gestiona tanto la red eléctrica como el suministro de gas para la ciudad.

Para el 2016, la concejala del Ayuntamiento de Nueva York María del Carmen Arroyo informa que la ciudad ha aprobado una iniciativa de desarrollo de las cooperativas de trabajadoras dotándola de $ 2,1 millones de dólares15. En 2015, la coalición de 24 cooperativas autogestionadas de la ciudad de Nueva York estaba casi exclusivamente gestionada por mujeres. Las trabajadoras de bajos salarios que se unieron a esas cooperativas vieron sus salarios por hora aumentar de $10 a $25 USD en los últimos dos años.

Sin lugar a dudas, los retos para todas las cooperativas son muy grandes. Basta pensar en la cadena Walmart, que es, después del Departamento de Defensa de los Estados Unidos y del Ejército de Liberación de China, la tercera organización más grande del mundo [@schlademan-sf]. Para las cooperativas, competir con estos gigantes no es nada fácil. Pero aun así, en esta lucha por imaginar el futuro del trabajo, ¿quiénes deben ser las agentes de cambio? ¿Es el dueño de la plataforma, el accionista, el CEO, el capital de riesgo, o debemos enfocarnos en el colectivo de trabajadoras junto con un movimiento de ciudadanas? La respuesta podría ser: todo lo anterior.

Para mí, el problema comienza cuando el cambio se busca principalmente en las salas de reunión de Silicon Valley. Tim O’Reilly convocó la conferencia “Next: Economy” en noviembre de 201516, por ejemplo, que fue ampliamente dominada por los capitanes de Silicon Valley. Y como si la selección de conferenciantes (a pesar de dos o tres defensoras de las trabajadoras, predominantemente gerentes de empresas) no dejara claro a quién se identificaba como agentes de cambio, la cuota de inscripción de $3.500 USD lo aclaró de una vez por todas.

El ex-Secretario de Trabajo Robert Reich señaló que, con el fin de “salvar el capitalismo”, las trabajadoras tienen que contar con un mínimo de protección social; de lo contrario habrá una rebelión. Robin Chase, co-fundadora de ZipCar, se hizo eco del sentimiento de Reich. Por supuesto, si se desea conservar la paz social, se tiene que dar algo a las trabajadoras. Se puede apelar a lo mejor de los líderes corporativos, como quizás hace Tim O’Reilly, podés confiar en su buena voluntad. Pero la cuestión sigue siendo si estas apelaciones pueden cambiar la misión central de esas empresas. Es cierto que las trabajadoras necesitan protecciones sólidas y alguien que realmente se preocupe por su bienestar a largo plazo. Ser “realista” también significa evaluar de manera realista si los propietarios de las plataformas irán más allá de la entrega de pequeñas concesiones a las trabajadoras. Ser realista significa aceptar los éxitos y los fracasos históricos de la “economía solidaria” extractiva y de la economía solidaria.

No se puede contrarrestar la desigualdad económica con la benevolencia de los propietarios; juntas tenemos que rediseñar la infraestructura situando la democracia en su núcleo.

Como parte de este nuevo diseño, vale la pena volver a examinar la historia de la construcción de estructuras para el cooperativismo y el mutualismo en Estados Unidos. Aquí, el comunalismo espiritual y los movimientos cooperativos juegan un papel central. Los menonitas alemanes, incluidos los amish, empezaron a emigrar a Estados Unidos ya en 1684. En el verano de 1825, Robert Owen abrió las puertas de la comunidad Nueva Armonía en Indiana. En la década de 1930, tanto La Nación del Islam como el Movimiento Trabajador Católico establecieron cientos de proyectos comunales. En ese contexto, la enseñanza social católica de distributismo resulta influyente. Sugiere que las comunidades podrían compartir la propiedad y las herramientas. Tres décadas después, se fundó el Kripalu Yoga Ashram Hindú y el centro budista Karmê-Choling. Las comunidades y cooperativas espirituales a menudo han demostrado tener más perdurabilidad que las empresas cooperativas seculares.

Desde que en 1844 se fundara la primera cooperativa moderna en Rochdale, Escocia, ha habido tiempo suficiente para hablar de las cooperativas de trabajo, argumentan los críticos y en sus mentes la evidencia muestra que el modelo no funciona. Y en parte tienen razón; la mayoría de las cooperativas bajo propiedad de las trabajadoras no tuvo éxito en Estados Unidos. Pero también vale la pena tener en cuenta, como el autor John Curl observa, que:

La propia existencia de las cooperativas desafía a las corporaciones y el capitalismo; las corporaciones siempre han trabajado duro para debilitar, desacreditar y destruir [a las cooperativas] por medio de guerras de precios, de la promulgación de leyes que socavan su viabilidad, de etiquetarlas en los medios de comunicación como subversivas y fracasadas y por el uso de varias otras estratagemas. [@verdi-2015]

También Rosa Luxemburgo fue cauta cuando se trataba de pensar en las cooperativas como alternativas totales al capitalismo.

Las trabajadoras que forman una cooperativa en el campo de la producción se enfrentan entonces a la necesidad contradictoria de gobernarse a sí mismas con el mayor absolutismo. Están obligadas a adoptar hacia ellas mismas el papel de capitalista emprendedor, una contradicción que da cuenta de la falta de costumbre de las cooperativas de producción que, o bien se convierten en empresas capitalistas puras o, si los intereses de las trabajadoras siguen predominando, finalmente se disuelven. [@gasper-2014]

Se emplean todos los métodos que permiten a una empresa hacer frente a sus competidores en el mercado, escribía Luxemburgo [@gasper-2014].

Existe, sin embargo, el efecto innegable e importante que las cooperativas tienen sobre las trabajadoras en estos sistemas. Las cooperativas existentes han demostrado ofrecer más puestos de trabajo estables y más protecciones sociales fiables que los modelos extractivistas tradicionales. Sería poco útil ver las cooperativas como alternativas color de rosa; funcionan dentro de un contexto capitalista en el que se ven obligadas a competir. Las redes de cooperativas como Mondragón no pueden realmente desacoplarse de las cadenas de suministro explotadoras que mantienen en marcha el capitalismo.

Una objeción común a las cooperativas es que están tan ligadas a las presiones del mercado como cualquier otra empresa capitalista, que hace inevitable la auto-explotación. Con el tiempo, las cooperativas también pueden recurrir a la táctica de las prácticas no remuneradas y a voluntarias no recompensadas. Las cooperativas están expuestas a la competencia despiadada del mercado, pero a la luz del 20% al 30% de beneficio que empresas como Uber están obteniendo, para el cooperativismo de plataforma un enfoque sería ofrecer sus servicios a un precio inferior. Podrían tener un 10% de ganancia, que luego podría ser parcialmente traducido en beneficios sociales para las trabajadoras. Las cooperativas también podrían florecer en mercados de nicho, teniendo como grupo objetivo a clientas/consumidoras de bajos ingresos.

Las cooperativas han sido instrumentos importantes para la construcción de poder económico de grupos marginados. Karla Morales, de la cooperativa de cuidado de niños Beyond Care [Más allá del cuidado] describe sus sencillos beneficios: “En mi trabajo, ahora tengo derecho a días por enfermedad, a vacaciones y a derechos laborales varios”17. Los estados del sur de Estados Unidos, por ejemplo, tienen una larga historia de cooperativas agrícolas con auto-determinación económica y social construida por las comunidades afro-americanas. A veces, sin embargo, las cooperativas han reforzado las jerarquías de raza y género, reproduciendo en lugar de cuestionar, las prácticas de la sociedad en general. Juliet Schor afirma que:

Si usted está interesada en la justicia social, entonces debe saber que en los espacios sin ánimo de lucro hay altos niveles de exclusión por raza, clase y género. Las personas actúan de maneras que refuerzan su propia posición de clase o su propia posición racial. Estos espacios son a menudo más problemáticos desde el punto de vista de raza, clase y género que muchos con ánimos de lucro. Así que, si usted quiere construir una plataforma que atraiga a las personas sin distinción de clase, raza y género, es necesario comenzar por el grupo de personas que desea atraer a su plataforma18.

Los escépticos lamentan el hecho de que las cooperativas de crédito, en realidad, no han transformado la economía en su conjunto y de que las cooperativas de trabajo bajo propiedad de las trabajadoras no se han convertido en la vanguardia del socialismo que prometían ser. Pero, de todas maneras, hay que tener en cuenta el indiscutible beneficio a largo plazo que dichas empresas ofrecen a las trabajadoras; ¿eso no cuenta para nada? Aquí, las trabajadoras controlan su propio trabajo de una manera que contribuye a su propio bienestar. Las cooperativas, por pequeñas que sean, pueden funcionar como contrastes éticos, auto-gestionados, que proporcionen un modelo para las empresas que no necesitan depender de la explotación de sus trabajadoras. Las cooperativas pueden aportar creatividad no solo para el consumo de productos, sino también para la re-organización del trabajo.

Recientemente se ha citado con frecuencia a Hannah Arendt, que observó que un perro callejero tiene más posibilidades de supervivencia cuando se le da un nombre. Así que, bienvenidas al cooperativismo de plataforma.

Juntas envejeceremos
nos sostendremos
una a otra con fuerza y nos sostendremos una a otra con más fuerza
Nos sostendremos
mientras el país cambia;
nos sostendremos una a otra
mientras el mundo cambia.

[Together we will grow old
we will hold
each other close and we will hold each other closer
We will hold each other
as the country changes;
we will hold each other
as the world changes]

– Anónimo [@curl-reed-2012]

El concepto de cooperativismo de plataforma consta de tres partes:

  • En primer lugar, se trata de clonar el corazón tecnológico de Uber, Task Rabbit, Airbnb o UpWork. Se apropia de la tecnología, pero quiere ponerla a trabajar con un modelo de propiedad diferente, adhiriéndola a valores democráticos, con el fin de rasgar el sistema roto de la economía de consumo colaborativo/bajo demanda, que solo beneficia a unos pocos. Es en este sentido en que el cooperativismo de plataforma es un cambio estructural, un cambio de propiedad.

  • En segundo lugar, el cooperativismo de plataforma consiste en la solidaridad, que es urgentemente necesaria en esta economía impulsada por una fuerza de trabajo distribuida y a veces anónima. Las plataformas pueden ser de propiedad de sindicatos ingeniosos, ciudades y otras formas diversas de cooperativas y ser gestionados por estos. Todo ello que abarque cooperativas de múltiples accionarias, bajo propiedad de las trabajadoras o las cooperativas de plataforma propiedad de las produsuarias.

  • Y en tercer lugar, el cooperativismo de plataforma está construido sobre la reformulación de conceptos como la innovación y la eficiencia con la vista puesta en beneficiar a todas, no solo absorbiendo beneficios para unos pocos. Propongo diez principios del cooperativismo de plataforma que son sensibles a los problemas críticos que enfrenta la economía digital en este momento. El capitalismo de plataforma es increíblemente ineficaz para cuidar de la gente.

El concepto de cooperativismo de plataforma, o al menos parte de él, es difícil de comunicar. La gente entiende la parte de la cooperación, pero la parte de “plataforma” se mantiene en el misterio. ¿Cómo se llaman esos lugares en que pasas el rato y generas valor desde tu teléfono? Una plataforma, en el contexto de este estudio, es un término usado para describir un ambiente en el cual los intermediarios extractivos o cooperativos ofrecen sus servicios o contenidos.

Desde el inicio, a la hora de explicar el concepto de cooperativismo de plataforma, quiero aclarar que esto no es una aurora boreal tecnológica; el cooperativismo de plataforma no tiene que ver con la obsesión occidental por los avances de la tecnología; es un modo de pensar. Evgeny Morozov y Siva Vaidhyanathan tienen toda la razón en su postura contra el “solucionismo tecnológico” y el “Internetcentrismo”.

El cooperativismo de plataforma es un término que describe cambios tecnológicos, culturales, políticos y sociales. Es una parcela de esperanza. No es una utopía concreta; es una economía emergente. Algunos de los modelos que ahora describiré ya existen desde hace dos o tres años, mientras que otros todavía son aplicaciones imaginarias. Algunos son prototipos, otros son experimentos; todos ellos introducen conjuntos alternativos de valores.

A continuación, presentaré diversos tipos de cooperativismo de plataforma y varios de sus principios. A eso seguirán reflexiones sobre los ecosistemas cooperativos, objeciones a ellos y sus desafíos.

Hacia una tipología del cooperativismo de plataforma

Los primeros ejemplos de cooperativismo de plataforma ya existen, pero aún están emergiendo. Citarlos aquí excluye inevitablemente a otros proyectos importantes. No introducir casos concretos daría pie a la idea de que el cooperativismo de plataforma no es más que una serie de castillos en el aire.

Intermediación laboral y mercados de propiedad cooperativa online

Muy probablemente estés familiarizada con el modelo de la intermediación laboral en línea. Basta pensar en compañías como Task Rabbit, en las que puedes agendar que alguien monte tus muebles de IKEA en veinte minutos. La aplicación en tu celular sirve como intermediaria entre la usuaria y la trabajadora. Con cada transacción, Task Rabbit se lleva una comisión de entre el 20% y el 30%.

La abogada del “consumo colaborativo” e historietista Janelle Orsi nota un repunte decisivo en el interés por las cooperativas. Explica que decenas de startups de tecnología y negocios tradicionales, como floristerías o jardinerías, se han acercado a su Sustainable Economies Law Center19 porque están interesadas en el “salto hacia las multitudes” [crowd leaping], la migración de su negocio al modelo de cooperativa.

En San Francisco, Loconomics20 es una cooperativa (en beta) propiedad de freelancers en la que las miembras poseen acciones, reciben dividendos y tienen voz en el funcionamiento de la empresa. No hay subastas, no hay sobreprecios. Loconomics ofrece masajes y otros servicios solicitados localmente. La pertenencia a Loconomics cuesta $29,95 USD al mes. Las fundadoras empezaron a poner a prueba la aplicación en el área de la Bahía de San Francisco en enero y febrero de 2015 y comenzarán a aceptar usuarias de otras ciudades en marzo de 2016.

Ali Alkhatib, un doctorando en Ciencias de la Computación de Stanford, ha trabajado en los FUSE Labs de Microsoft en el diseño de una “plataforma de pares generalizada y centrada en las trabajadoras” que permita a las trabajadoras poseer, operar y controlar el software21. El proyecto está todavía en sus primeras etapas.

En Alemania, Fairmondo comenzó como un mercado en línea decentralizado propiedad de sus usuarias –una alternativa cooperativa a Amazon y eBay. Con sus 2.000 miembros, aspira a convertirse en una verdadera alternativa a los grandes actores del comercio electrónico, mientras que al mismo tiempo se mantiene fiel a sus valores. El sitio también promueve un número menor de empresas de comercio justo y de recursos éticos. En el proceso de transferir su modelo de Alemania a otros países, aspira a un mercado mundial en línea, decentralizado y que sea propiedad colectiva de todas las cooperativas locales.

Coopify22 es una plataforma de trabajo con pago en efectivo construida por estudiantes que pronto servirá a trabajadoras a demanda de bajos ingresos. Fue creado por el programa de MBA de CornellTech y financiada por la Fundación Robin Hood de Nueva York. Las trabajadoras que usan Coopify serán neoyorquinas de bajos ingresos que están sub- o desempleadas y que no tienen la calificación de crédito suficiente o la documentación que les permitiría participar en los mercados de trabajo en línea existentes. La plataforma, que tiene su propio sistema de referencias y soporte multilingüe, también ofrecerá apoyo a las trabajadoras con sus impuestos y permitirá pagarlos en efectivo. El Center For Family Life (CFL), en Sunset Park, Nueva York, es una entidad de apoyo social que está probando actualmente Coopify. El CFL ha estado incubando cooperativas de trabajo como una forma de proporcionar salarios dignos y condiciones de trabajo dignas desde 2006 a las inmigrantes de bajos ingresos. El centro apoya a 9 cooperativas, una red cooperativa y un total de 180 trabajadoras-propietarias, en su mayoría mujeres de origen latino. Coopify ayudará a esas 9 cooperativas a competir mejor con Handy, Amazon Flex y similares.

Cooperativas de plataforma de propiedad municipal

Después de hablar de productoras culturales, vamos a dar un gran salto y discutir la propiedad pública, que tiene un problema de imagen en Estados Unidos. El economista político y fundador de Democracy Collaborative,23 Gar Alperovitz, escribe que hay más de 2.000 compañías de electricidad de propiedad pública que, junto con las cooperativas, suministran más del 25% de la electricidad del país [@nyt-2015b]. Alperovitz señala la larga historia de ciudades como Dallas, propietaria de varios hoteles y de otros municipios a lo largo de Estados Unidos que poseen hospitales y al parecer –contrariamente a la opinión pública– ese modelo ha estado funcionando bastante bien.

Janelle Orsi ha detallado ideas acerca de la propiedad en la Internet. En correspondencia con mi propuesta para clonar y reconstruir las tecnologías de la sharing economy con valores democráticos, Orsi sugiere un software/empresa diseñado por la ciudad, similar a Airbnb, que podría servir como un mercado en línea bajo propiedad y gestión democrática de las personas que alquilan espacio a viajeras. Uno de estos proyectos ya está en marcha en Seúl, Corea del Sur y se propone la creación de una Alianza de Ciudades para la Economía de Plataforma (CAPE, por sus siglas en inglés) con el fin de conseguir ciudades organizadas en torno a esta idea de plataforma. Se llama Munibnb y se podría crear como una colaboración entre un gran número de ciudades que pongan en común sus recursos para crear una plataforma de software de alquileres a corto plazo. Esas ciudades podrían regular que los alquileres a corto plazo en sus municipios tuvieran que pasar por dicho portal. Las tarifas podrían ir a parar principalmente a las anfitrionas o parcialmente al gobierno de la ciudad, que podría utilizarlas para dar servicio a personas mayores o para arreglar las calles, por ejemplo. Orsi se pregunta:

¿Por qué millones de dólares de viajeras deben escaparse de nuestras ciudades a manos de los ricos accionistas de las corporaciones, sobre todo cuando no es difícil ejecutar esas operaciones a través de algo así como Munibnb? [@schneider-2015]

Otra aplicación también sugerida por Orsi, se llama Allbnb y supondría que las residentes recibieran un dividendo de los beneficios de tales plataformas de alquiler. Algo comparable con el Fondo Permanente de Alaska, que paga a las residentes del estado unos pocos miles de dólares cada año, un porcentaje de los beneficios que Alaska obtiene de la venta de petróleo. Definitivamente, parece factible implementar estas aplicaciones; lo que permitiría que las ciudades no solo jueguen un papel en la regulación de la economía a demanda, sino que puedan ser activas a la hora de darle forma.

Plataformas propiedad de las produsuarias

Utilizo el término produsuaria como un neologismo que combina usuaria y productora.24 Las plataformas bajo propiedad de las produsuarias son una respuesta a las plataformas monopolistas como Facebook y Google, que atraen a las usuarias con la promesa del “servicio gratuito”, mientras que monetarizan su contenido y sus datos.

¿Y si fuéramos dueñas de nuestra propia versión de Facebook, Spotify o Netflix? ¿Y si las fotógrafas de Shutterstock poseyeran la plataforma donde venden sus fotos?

Sitios como Member’s Media, Stocksy y Resonate son un paso en la dirección que responde esta pregunta. Ofrecen a las produsuarias la oportunidad de ser co-propietarias del sitio a través del que se están distribuyendo sus obras de arte. Las plataformas bajo propiedad de las produsuarias permiten a las artistas forjarse una carrera por medio de la co-propiedad de las plataformas en las que están vendiendo su trabajo.

Resonate, con sede en Berlín25, es un sistema cooperativo de streaming de música propiedad de las personas que lo utilizan. En Resonate, las usuarias reproducen una canción hasta que la poseen. La primera vez que reproducen una canción, cuesta 0,002 centavos de dólar, la segunda vez, 0,004 centavos de dólar y en la cuarta o quinta reproducción se conectan a ella y finalmente, la poseen.

Stocksy26 es una cooperativa de fotografía de stock bajo propiedad de sus artistas. La cooperativa se basa en la idea de la distribución de beneficios y co-propiedad con las artistas que contribuyen con fotos al sitio. Las artistas pueden solicitar el ingreso como miembras y cuando son aceptadas licencian imágenes y reciben el 50% de comisión sobre las ventas, así como el reparto de beneficios al final del año. El objetivo de la cooperativa es la creación de carreras profesionales viables para sus miembras. En 2014, sus ingresos habían llegado a $3,7 millones de dólares y desde su fundación han pagado varios millones de dólares de ganancias a sus artistas.

Member’s Media27 es una plataforma de medios bajo propiedad cooperativa que se dedica a las productoras y aficionadas al cine de ficción independiente. Las personas que lo utilizan y producen en este sitio –sus produsuarias– poseen la mayoría de la plataforma junto con las fundadoras y las inversoras originales.

Plataformas de trabajo respaldadas por sindicatos

Hay varios ejemplos, de Denver a Newark, en que las taxistas y los sindicatos han comenzado a trabajar en conjunto, construyendo aplicaciones y organizando el sector del taxi. Y si las empresas fueran inteligentes, darían la bienvenida a los sindicatos ya que varios estudios muestran que las trabajadoras agremiadas representan una mejor tasa de permanencia y al menos la misma productividad [@triplett-1983].

En Newark, New Jersey, Trans Union Care comenzó como un servicio de taxi sin ánimo de lucro con conductoras que asociadas a la United Transportation Alliance de New Jersey y afiliadas al sindicato de comunicaciones CWA Local 1039. Las conductoras se benefician de las muchas protecciones del sindicato, como una cooperativa de ahorro y crédito, cobertura sanitaria a inmigrantes y jubilaciones. La compañía tiene previsto extenderse a Atlantic City, Elizabeth (New Jersey) y Hoboken.

Ya en 2007, las taxistas se unieron a Communications Workers of America local 7777 y dos años más tarde se las arreglaron para dar inicio a Union Taxi, la primera cooperativa propiedad de las conductoras en Denver. También reciben apoyo de la organización 1worker1vote.org, que apoya a las cooperativas sindicalizadas ayudándoles a encontrar la manera de negociar los salarios, planes de beneficios y programas de formación. Los costes de capitales iniciales, a menudo un gran reto para las cooperativas, aquí son menos problemáticos porque las conductoras ya son dueñas del equipo.

La California App-Based Drivers Association (CADA)28 es una organización sin ánimo de lucro que unifica a las conductoras de Uber, Lyft, Sidecar y otras compañías basadas en aplicaciones. Las conductoras de CADA no son empleadas y por lo tanto no pueden ser miembros de pleno derecho del sindicato. Sin embargo, el Teamsters Local 986 de California puede ejercer presión para conseguir una regulación favorable a las conductoras. Se aseguran que las conductoras que trabajan para empresas como Lyft y Uber hablen con una sola voz.

Las cooperativas desde dentro

Otra atractiva propuesta, aunque imaginaria, es la idea de las cooperativas de trabajo formadas en el estómago del monstruo de la sharing economy. Las conductoras de Uber podrían utilizar la infraestructura técnica de la empresa para establecer sus propias empresas. Esta absorción hostil por parte de las trabajadoras podría ser imaginable como resultado de una demanda anti-monopolio comparable a la que se llevó adelante contra Microsoft después del lanzamiento de Internet Explorer.

La plataforma como protocolo

El trabajo del futuro quizás no será dictado por las plataformas centralizadas, ni siquiera por las que son operadas por cooperativas. Tal vez serán interacciones entre pares facilitadas por los protocolos P2P. En Israel, por ejemplo, La’Zooz29 es una red distribuida de transporte compartido entre pares. Así como desde Member’s Media querrían que piensen en ellas como el Netflix de las cineastas y aficionadas, bajo propiedad de esas produsuarias, La’Zooz podría compararse con el BitTorrent de compartir transporte. Cualquiera que conduzca por una ciudad puede ganar cryptotokens tomando compañeras de viaje. A diferencia del sistema descrito anteriormente, este es totalmente P2P, no hay un punto central, no hay un cuartel general30.

Diez Principios para el cooperativismo de plataforma

Una discusión técnica sobre los valores, normas y directrices para el cooperativismo de plataforma concierne, sin duda, a las que ya están en marcha. En primer lugar, por supuesto, debe estar la creación de un anhelo de soluciones cooperativas. Astra Taylor apoya la sabiduría de Elaine Browne, ex-líder del Partido Panteras Negras: “Nunca organizarse ni movilizarse alrededor de principios abstractos”31. Por otra parte, una vez se ha empezado, los principios y valores asociados con el cooperativismo de plataforma se convierten en esenciales.

Juliet Schor realizó doscientas entrevistas con trabajadoras de la sharing economy. Su sugerencia es:

Asegúrese de que tendrá la propuesta de valor adecuada. Lo que está ofreciendo debe ser de valor económico para las personas que desea atraer. En los espacios sin ánimos de lucro, esto está ausente a menudo. El espacio lucrativo lo consigue mejor.

Más allá de lo que afirma Schor, influenciada por el pensamiento de ver.di, el sindicato alemán de las trabajadoras de servicios [@verdi-2015], propongo los siguientes principios para el cooperativismo de plataforma.

  1. Propiedad: una de las principales narrativas de lo que se ha llamado sharing economy trata sobre el rechazo de la propiedad. La generación del milenio, nos dicen, no está interesada en las posesiones físicas; lo único que quieren es tener acceso a “cosas”. No bajan música, la escuchan en streaming. No compran un auto; son fans de compartirlo. Nuestra narrativa, por el contrario, trata de una Internet centrada en el pueblo.

    Internet fue diseñada como una red científica militar en 1969. Pero desde 1990 hasta 1994, la National Science Foundation planeó pasar la red a empresas privadas que pasarían a poseen los cables y routers. En 1995, la infraestructura de Internet con fondos públicos, NSFNET, fue entregada oficialmente al sector privado. Desde entonces, Internet nos ha traído mucho en casi todas las áreas, pero ha dejado la cuestión de la titularidad compartida intacta.

    No se trata de gatitos lindos en Reddit; sino de la propiedad de Internet. El cooperativismo de plataforma de propiedad colectiva, propiedad de las personas que generan la mayor parte del valor, podría revitalizar esta historia de lo público en Internet. El cooperativismo de plataforma puede cambiar la manera en que la gente común piensa acerca de su relación con Internet.

  2. Pago decente y seguridad de ingresos: En 2015, los sistemas de crowdsourcing como el de las trabajadoras novatas en Amazon Mechanical Turk –que tienen una buena formación– se pagan entre $2 y $3 USD a la hora, lo que es una vergüenza en un país tan rico como Estados Unidos. Al igual que las trabajadoras domésticas están aisladas en las casas de sus empleadores, las trabajadoras digitales son invisibles, aisladas en algoritmos. La Domestic Workers Alliance se resistió. En la cumbre White House Worker’s Voice introdujeron el Código del Buen Trabajo con una demanda muy simple: “Todo el mundo necesita pago y prestaciones justos para ganarse la vida.”32

  1. Transparencia y portabilidad de datos: La transparencia no es solo cuestión de transparencia operativa. El mercado en línea bajo propiedad cooperativa Fairmondo, por ejemplo, destaca que pone todo el presupuesto de la cooperativa a disposición del público. Sin embargo, la transparencia también se trata del tratamiento de los datos, especialmente los datos sobre las clientes. Debe ser transparente qué datos se recopilan, la forma en que se recogen, cómo se utilizan y a quién se venden.

  2. Apreciación y reconocimiento: Un buen ambiente de trabajo debe ser parte de esta discusión. Las trabajadoras merecen el reconocimiento y la apreciación de los propietarios y gestores. En ese contexto, la capacidad de las trabajadoras para comunicarse con los gestores de plataformas o propietarios es de capital importancia. Cuando a las trabajadoras se les paga tarde, no son compensadas a tiempo33 o son despedidas, deben tener el derecho efectivo a obtener una explicación.

  1. Co-determinación del trabajo: Las plataformas de trabajo deben implicar a las trabajadoras desde el momento de programación de la plataforma y a lo largo de su uso. De esta manera, además, los gestores aprenderán mucho más sobre el flujo de trabajo de las usuarias. Como dijo Juliet Schor, “comenzar con la gente lo que se quiere lograr y terminarlo con ella”. A partir del primer día, involucrar a las personas con las que se desea poblar la plataforma.

  2. Un marco legal protector: Las cooperativas de plataforma requieren ayuda legal porque son vistas como inusuales. Esta ayuda también es necesaria cuando se trata de defender a las cooperativas contra acciones legales adversas. El triunfo de la empresa de accionistas se ha logrado a través de su control del sistema político, del jurídico y del económico. Las leyes de Estados Unidos subvencionan a las corporaciones por encima del bienestar de todas las personas. Por ejemplo, las cooperativas pueden necesitar regulación local para mantenerse en el juego, pero los reguladores federales pueden intentar detenerlo. Los operadores tradicionales pueden tratar de mantener a sus trabajadoras alejadas del multi-homing34 en las cooperativas de plataforma. Sus abogados pueden desafiarlos, o presionar por una ley del estado que lo haga ilegal. Por último, como Frank Pasquale ha observado, existe la extraña inconsistencia en la normativa de competencia basada en la diferencia entre los monopolios y las cooperativas [@pasquale-2015;@woodcock-2013]. Mientras que los monopolios pueden obtener vía libre en Estados Unidos si surgen “naturalmente” (lo que sea que esto signifique), una federación de cooperativas que trata de competir con una firma dominante podría ser responsable ante la ley anti-monopolio si intenta fijar los precios o incluso de establecer normas de conducta. Si bien Estados Unidos acepta bastante bien los monopolios si siguen vagamente las reglas del juego, es bastante reacia cuando se trata de cárteles. Los poderes del gobierno promueven el sistema de gobierno corporativo y la marginalización de las clases medias.

  1. Portabilidad de la protección de las trabajadoras y prestaciones: Las trabajadoras tanto de la economía tradicional como las de la contingente deberían ser capaces de llevarse los beneficios y protecciones con ellas en escenarios laborales cambiantes. Las protecciones sociales no deben estar vinculadas a un espacio de trabajo en particular. El gobierno francés está poniendo a prueba esta idea y en Estados Unidos Steven Hill, un autor residente en San Francisco, es una de las personas que hicieron esta propuesta en su último libro Raw Deal: How the ‘Uber Economy’ and Runaway Capitalism Are Screwing American Workers. A cada trabajadora se le asignaría una cuenta de seguridad individual en la que todas las empresas que la contraten pagarían una pequeña tarifa de seguridad, prorrateando el número de horas por las que se mantuvo empleada. Esos fondos se utilizarían para pagar la red de seguridad de cada trabajadora, dirigiendo los fondos a la infraestructura ya establecida, como la salud pública y seguros contra accidentes y de desempleo. Además, este plan proporcionaría un mínimo de cinco días de baja por enfermedad y vacaciones pagas para cada trabajadora35.

    Una consecuencia importante de esta propuesta es que, al poner a casi todas las trabajadoras en iguales condiciones, se podrían reducir en gran medida los incentivos para que los empleadores recurran a las trabajadoras eventuales como una forma de evitar el pago de prestaciones y ayudas a la trabajadora. Estos cambios pueden ser implementados a nivel local o estatal, las estadounidenses no tienen por qué esperar a un Congreso disfuncional para seguir adelante. Mucho dependerá de la “letra pequeña” de dicho programa, que podría convertirse fácilmente en solo una tapadera para más desregulación.

  1. Protección contra la conducta arbitraria: Uber es conocida por sus prácticas arbitrarias de disciplina y despido. Las conductoras pueden ser privadas de ingresos sin advertencia [@huet-2015]. Las razones para el despido son a menudo poco claras ya que la empresa rechaza responder a las preguntas de las conductoras que exigen una explicación, un problema al que también se enfrentan las trabajadoras en otras plataformas36. En Lyft, las conductoras que no reciben cinco estrellas pueden ser echadas de una patada. Las consumidoras adquieren poderes de gestión sobre la vida de las trabajadoras, lo que implica una enorme responsabilidad.

    Y por si esto no fuera suficiente, el sistema de reputación de Uber también culpa a las conductoras ante pasajeras de dedos torpes que simplemente pulsan el botón equivocado al evaluar, poniendo la subsistencia de la conductora en peligro.

    El sistema de reputación de las trabajadoras de Uber se encuentra alojado en la “nube”, en los servidores centralizados, privados, de la empresa. Al igual que con otros advenedizos en la economía colaborativa, esto hace que sea imposible que las trabajadoras capitalicen su reputación. Cuando se cambian a otra plataforma, empiezan desde cero. En consecuencia, es esencial que las trabajadoras establezcan sus propios sistemas decentralizados de reputación y de identidad. Proyectos como Traity37 y Crypto Swartz [@galt-2014] están trabajando en esa dirección.

  1. Rechazo de la excesiva vigilancia en el lugar de trabajo: La excesiva vigilancia en el lugar de trabajo por medio de los diarios de las trabajadoras de oDesk (ahora Upwork)38 o las constantes revisiones en TaskRabbit deben ser rechazadas.

    ¿Dónde está la dignidad del trabajo en este tipo de sistemas? ¿Te gustaría levantarte cada mañana solo para competir por el trabajo que tenés que hacer ese día? ¿Te gustaría ser evaluada cada cuatro horas por parte de personas que no te conocen en absoluto? Tales prácticas de vigilancia despojan a las trabajadoras de su dignidad.

  1. Derecho de las trabajadoras a desconectarse: Las trabajadoras también deben tener derecho a desconectarse. El trabajo digital decente debe tener límites claros, el cooperativismo de plataforma debe dejar tiempo para la relajación, el aprendizaje permanente y el trabajo político voluntario.

Es importante articular una visión así, guiada por estos nobles principios. Nos llevará un tiempo muy largo acercarnos a esta visión, que debe ser articulada. Nuestra incapacidad para imaginar una vida diferente, sin embargo, sería el triunfo final del capital.

No será una sorpresa que diga que el cooperativismo de plataforma también se enfrenta a enormes retos, desde la auto-organización y gestión de las trabajadoras a la tecnología, el diseño basado en la experiencia de usuaria, la educación, la financiación a largo plazo, la escala y las escalas salariales. Otros desafíos incluyen la pre-evaluación de las miembras principales de la cooperativa, los seguros, la competencia con los gigantes multinacionales corporativos y esto es importante, la concientización del público. Pensar cómo superar los obstáculos es realmente importante. La ingenuidad y gesticular con entusiasmo no son suficientes. Jodi Dean tiene razón cuando plantea que “a Goldman Sachs no le importa si criás pollos.” Pero los dueños corporativos se interesarán si se enteran del crecimiento de las cooperativas de crianza de pollos, impulsadas por los mercados en línea, en toda América. Para hacer realidad un buen trabajo digital, la gente con cosas en común ha de organizarse y luchar por derechos y propiedad democráticos.

Otro reto es el de la movilización de las trabajadoras: las trabajadoras de ingresos múltiples no se encuentran con sus compañeras en el almuerzo, no se juntan en las salas del sindicato. En cambio están, en la mayoría de aspectos, aisladas unas de otras. “Si estas personas tienen que ganar en propiedad y en poder de toma de decisiones, la mejora de sus redes sociales debe ser parte del proyecto,” enfatiza la economista Paola Tubaro en respuesta a la idea del cooperativismo de plataforma [@tubaro-2015]. Han habido algunos intentos de crear nuevas formas de solidaridad entre trabajadoras, incluyendo una intervención de diseño como Turkopticon,39 un sistema de reputación de empleadores utilizado por las trabajadoras en la plataforma de Amazon Mechanical Turk. También hay que tener en cuenta a Dynamo, una comunidad de turcas basada en peticiones40. Pero todo esto tiene poco que ver con la organización de las trabajadoras tradicionales y tampoco hace que la tarea de organizar el cooperativismo de plataforma sea mucho más fácil. El reto sigue siendo: ¿cómo organizar a las trabajadoras distribuidas, en primer lugar?

El ecosistema cooperativo

Las cooperativas de plataforma no son islas, totalidades en sí mismas. Cada cooperativa es parte de un ecosistema. Escribe Neal Gorenflo:

Parte de la magia de las nuevas startups de tecnología es que hay una estructura organizacional bien entendida, un método de financiación y un plan de desarrollo que los empresarios pueden utilizar. En otras palabras, hay una plantilla. El cooperativismo de plataforma también necesita plantillas, pero unas que soporten una diversidad de modelos de organización. Lo que se necesita es un pequeño número de incubadoras en diferentes ciudades globales que trabajen juntas para dar a luz a la primera ola de cooperativas de plataforma. El truco es conseguir levantar las primeras cooperativas de plataforma para luego desarrollar un ecosistema global que anime a replicar los modelos que funcionen a través de industrias y geografías. [@shareable-2015]

Las cooperativas de plataforma dependen de otras cooperativas, sistemas de financiamiento, ingenieras de software, abogadas, trabajadoras y diseñadoras. Las alianzas entre cooperativas son esenciales. Tienen que estar basadas en normas, en el compromiso con los bienes comunes abiertos, en estrategias compartidas, metas y valores: un cambio de mentalidad que vaya de Ayn Rand a Robert Owen, con el apoyo de una plataforma política.

Financiamiento: Las cooperativas de plataforma y las cooperativas en general exigen un sistema de financiación diferente de las empresas tradicionales. Muchas de las vías tradicionales de financiamiento no están disponibles para las cooperativas de plataforma y los reguladores están ansiosos por protegerse contra los experimentos. ¿Cuáles son las opciones que amplían el poder financiero de la mayoría?

Por un lado, el capital inicial, que a menudo presentan el mayor reto para las cooperativas, no son el mayor obstáculo en este caso. Al menos cuando se piensa en el transporte, puesto que las conductoras ya son dueños de sus principales activos. En España, Mondragón, la mayor cooperativa industrial del mundo, funciona como un banco de desarrollo. En Alemania, los bancos también juegan un papel importante en el desarrollo de las pequeñas empresas, lo que constituye una gran parte de la economía de ese país.

Los proyectos como Seed.coop ayudan a cooperativas a despegar41. El impulso del crowdfunding puede tener éxito. Cabe destacar aquí el sitio de crowdfunding español Goteo, ya que solo permite que busquen financiamiento aquellos proyectos que sigan un conjunto de valores orientado al bien común42.

En su artículo, “La propiedad es la nueva colaboración” [@shareable-2015], Nathan Schneider informa sobre el primer experimento del mundo en “cripto-equidad”, llamado Swarm43. Swarm es un sitio de crowdfunding, el Kickstarter de la Blockchain, si se quiere, que se basa en un “enjambre” de pequeñas inversoras, en lugar de los grandes inversores de capital de riesgo. El sitio funciona en base a una criptomoneda, no en dólares, pero como parte de su primera campaña recaudó más de un millón de dólares.

Pero los reguladores no facilitan las cosas. En 2011, Brewster Kahle, fundador de archive.org, intentó iniciar una cooperativa de crédito; pero se encontró con un aluvión de auditorías reglamentarias y la burocracia finalmente le llevó a abandonar [@popper-2015]. Silicon Valley, que se basa en la especulación, devoluciones a corto plazo y abandonar el barco a través de ofertas públicas de venta, no es el modelo de financiación adecuado para las cooperativas, que crecen lentamente y están diseñadas para la sostenibilidad.

La plataforma de filantropía External Revenue Service44 tiene como objetivo ayudar a entidades sin ánimo de lucro para que no ocupen todo su tiempo intentando conseguir dinero. Con External Revenue Service, las usuarias se comprometen a aportar una determinada cantidad al mes, que se divide luego entre las organizaciones a las que donan. Max Dana, de External Revenue Service escribe45:

Para obtener el compromiso de las demás, una persona debe primero establecer un compromiso sobre su propio ingreso anual y asignarlo a por lo menos otra persona. […] El External Revenue Service no es propiedad de nadie. Es una red distribuida de donantes y usuarias que invierte en el mantenimiento y desarrollo del sistema46.

En el Reino Unido, Robin Hood Minor Asset Management es un fondo de cobertura cooperativa que actúa de forma conservadora en bolsa. Simplemente funciona con un algoritmo de minería de datos que imita los movimientos de los principales inversores de Wall Street con el fin de re-invertir las ganancias en las cooperativas, por ejemplo. Su pregunta es, “¿qué pasaría si el capital fuera P2P?”47

En Estados Unidos, Slow Money destaca como una organización nacional sin fines de lucro que cataliza la inversión en alimentos y granjas sostenibles. FairShares apoya a cooperativas agrícolas y The Workers Lab es la primera aceleradora de innovación con respaldo de un sindicato. El inversor institucional Kanyi Maqubela afirma que lo más importante para el movimiento cooperativo es la escalabilidad. En Collaborative Fund Maqubela trata de ayudar a cooperativas de plataforma para lograr escala, proporcionándoles liquidez suficiente para que puedan atraer a grandes fondos de capital. “Necesitamos todas las manos, incluidos los inversores, para crear un mundo más cooperativo”, afirma Maqubela48:

Cooperativas de plataforma para los comunes: Internet ha sido asociada con los bienes comunes e intercambios no comerciales desde Hi-Tech Gift Economy [Economía del don de alta tecnología] de Richard Barbrook, Wealth of Networks [La riqueza de las redes] de Yochai Benkler, Spiral Viral [Espiral viral] de David Bollier; Venture Communism [Comunismo de riesgo] de Dmytri Kleiner [@p2pf-2015a], así como desde el trabajo de Michel Bauwens en la Fundación P2P. Hace más de diez años, Dmytri Kleiner acuñó el término “comunismo de riesgo” para describir la posibilidad de que cooperativas federadas crearan plataformas de comunicación que pudieran superar a algunas de las plataformas centralizadas capitalistas, muy controladas y que violan la privacidad que han emergido recientemente. Nos anima a investigar la forma en la que Internet, que se inició como una red decentralizada y cooperativa, se convirtió en centralizada y corporativa49.

Las cooperativas de plataforma construyen sobre los bienes comunes, necesitan del diseño abierto y licencias de hardware libre para la impresión tridimensional. Facilitan el ecosistema cooperativo. Michel Bauwens trabaja actualmente en una licencia reciprocitaria basada en bienes comunes [@p2pf-2015b] que puede, por ejemplo, permitir que las cooperativas compartan fragmentos de código como bienes comunes. El código podría ser usado libremente por las cooperativas, mientras que otros tendrían que pagar por él.

Software libre para cooperativas de plataforma: La infraestructura de las cooperativas de plataforma tiene que ser software libre. No solo se trata de que el código deba ser accesible a las trabajadoras para que puedan entender los parámetros y patrones que rigen su entorno de trabajo, sino que además el software debe ser desarrollado consultando con las trabajadoras desde el primer día.

En el sector del transporte, por ejemplo, hablamos de al menos cuatro aplicaciones. Hay una aplicación para la pasajera y una para la conductora y tienen que ser programadas para Android y para iPhone. Además, deben ser constantemente actualizadas y han de poder ser utilizadas a través de frecuentes cambios en los sistemas operativos. Eso también significa que la financiación para las desarrolladoras debe ser permanente. Las cooperativas de plataforma no se pueden construir sobre la base de iniciativas co-financiadas mediante crowdfunding una única vez.

Las desarrolladores de software libre podrían publicar los protocolos básicos y luego permitir que varios proyectos de software libre independientes construyeran sus propios componentes de backend y frontend. Eso daría cabida a diversos sectores de servicios –desde crowdsourcing, migrantes indocumentadas, empleadas de limpieza domésticas, hasta niñeras.

¿Tecnología Blockchain como algoritmo regulador?: A medida que las cooperativas empiecen a participar en los mercados de trabajo en línea, se vuelven más distribuidas, más internacionales. La confianza entre las miembros existentes en las organizaciones locales ya no se da por sentada. La tecnología Blockchain es una manera de abordar la problemática de la confianza.

Blockchain es el protocolo subyacente a la moneda virtual Bitcoin. Pero los desarrollos más relevantes para las cooperativas de plataforma no son solo sobre el Bitcoin en sí; La Blockchain tiene aplicaciones que van mucho más allá de dinero en efectivo y de la moneda. “La Blockchain es un libro contable distribuido que se ejecuta por debajo de la moneda Bitcoin”, explica la investigadora irlandesa Rachel O’Dywer. La tecnología Blockchain puede constituir una base de datos pública que puede ser utilizada para todo tipo de transacciones que requieran confianza. Los gobiernos, por ejemplo, experimentan con la tecnología Blockchain para aplicaciones de voto. El Instituto de la Propiedad de Honduras ha pedido a Factom, una startup americana, que proporcione un prototipo de registro de la propiedad basado en Blockchain, por ejemplo [@economist-2015] 50.

O’Dwyer advierte que, si bien hay un potencial positivo, en la actualidad la mayoría de las aplicaciones de la tecnología Blockchain están más cerca del capitalismo de riesgo que del comunismo: un mejor intercambio entre los bancos privados y formas de gestión de derechos digitales “mejoradas”.

Pero esta tecnología también permite mercados de trabajo entre pares sin intermediarios. Es posible imaginar “organismos autónomos decentralizados” y empresas virtuales que sean básicamente conjuntos de reglas para las operaciones ejecutadas entre pares. Claro, pero, ¿a quién acudir si algo va mal? La programación basada en la Blockchain también se utiliza como “mecanismo de consenso” para plataformas/herramientas que faciliten la toma democrática de decisiones en las cooperativas. En este sentido los estatutos, las miembros, las acciones y los registros de votación podrían ser almacenados de manera irrevocable51.

Por otro lado, “la tecnología Blockchain se basa en la idea de retirar la confianza ya no solo a las instituciones centralizadas, como el estado, sino también a las instituciones sociales y poner en su lugar una arquitectura técnica. Algunas personas llaman a esto confianza en el código, pero con esta confianza también se presupone que ya no tenemos que confiar en nosotras. En su lugar, se nos pide confiar en algún tipo de algoritmo. Algunas incluso han llamado a esto una forma de regulación algorítmica”, afirma O’Dwyer52. También existe la preocupación de que los mercados basados en la Blockchain podrían hacer que sea más fácil evitar el pago de impuestos, por ejemplo.

Una fundación centrada en la creación del WordPress de las cooperativas de plataforma: En nuestra experiencia conectando a personas interesadas en las cooperativas y la Internet, nos hemos dado cuenta que desarrolladoras de todo el país están trabajando en proyectos similares.

Las diseñadoras de sistemas con insuficiente financiamiento, en la costa oeste, quieren construir un mercado de trabajo en línea, mientras que un proyecto de la costa este hace algo similar, pero ninguna de ellas considera unir fuerzas.

Mi propuesta es que varias desarrolladoras de todo el mundo trabajen bajo los auspicios de una fundación que sea una cooperativa de plataforma y que sea capaz de recaudar fondos para el continuo desarrollo del kernel de este proyecto de software libre. Contrariamente a la propuesta de Jeremy Rifkin de una sociedad de coste marginal, aún es sumamente costoso programar y actualizar constantemente un mercado de trabajo en línea. Una fundación podría asistir este proceso.

Gobernabilidad democrática: Las estructuras cooperativas instan a la toma de decisiones colectiva, a la resolución de conflictos, a la creación de consenso y a la gestión de las participaciones y de los fondos de manera transparente. Además, también está la gestión general de las trabajadoras. Uno de los aspectos centrales en esta discusión es cómo se pueden evitar los abusos de poder. Una de las cuestiones esenciales es, básicamente, la gobernabilidad. ¿Cómo podría la plataforma gobernarse a sí misma de una manera distribuida, verdaderamente democrática? En los últimos años han surgido herramientas convincentes basadas en la tecnología Blockchain. Pensemos en Loomio, Backfeed, D-CENT y ConsenSys.

Loomio53, también conocido como “el Facebook de la web ciudadana”, es una cooperativa propiedad de sus trabajadoras con base en Wellington, Nueva Zelanda y en Nueva York54, que produce software libre, muy orientado por los valores de Occupy. Es una aplicación web que ofrece herramientas de comunicación y de votación que hacen que sea más fácil facilitar comunidades democráticas. En España, 27.000 ciudadanas se unieron a Loomio para conectar una red de colectivos a escala nacional para el rápido crecimiento del partido Podemos. En total, 100.000 personas en 93 países están utilizando Loomio.

Backfeed.cc es una organización colaborativa distribuida, basada en la tecnología Blockchain, que da apoyo a la coordinación en el seno de una red autoorganizada55.

D-CENT nació del reciente trabajo de activismo en Cataluña, Islandia y Grecia. Están creando una serie de herramientas que se utilizarán para implementar rápidamente la democracia y otras plataformas de cooperación. Su objetivo es dar poder político a las personas para que puedan proponer políticas, opciones de debate, proyectos y examinar las propuestas, votar y tomar decisiones56.

ConsenSys57 es un estudio de producción que crea aplicaciones decentralizadas y diversas herramientas para desarrolladoras y usuarias finales para los ecosistemas de Blockchain, centrándose principalmente en Ethereum.

Diseñar para una solidaridad conveniente: Con demasiada frecuencia, las técnicas menosprecian la importancia del diseño de interfaz. Eso es lamentable, porque en el nivel de diseño de experiencia de usuaria, las plataformas de software libre tienen que competir con la seducción que crea Uber a través de la pantalla del teléfono. O, al menos, las diseñadoras tienen que decidir qué parte de la mentalidad de la consumidora quieren integrar. Cameron Tonkinwise, director de Estudios de Diseño de la Universidad Carnegie Mellon, advierte de que:

Una gran cantidad de estas plataformas permiten interacciones entre las personas. Las decisiones políticas se están realizando a nivel de diseño de software, a nivel de diseño de la interfaz y el tipo de personas que están tomando estas decisiones son diseñadoras muy mal preparadas sobre las ramificaciones políticas de lo que están haciendo. La política está ocurriendo ahora a nivel de microinteracciones y es muy importante que las diseñadoras comprendan la sociología y la antropología de lo que están haciendo58.

¿Qué se puede diseñar para las cooperativas de plataforma para que sean diferentes? Cameron Tonkinwise llama a un diseño que facilite “solidaridades convenientes”, un diseño que haga los pequeños actos de solidaridad más fáciles y menos problemáticos59. Propone, por ejemplo, que el diseño debe literalmente provocar la solidaridad con una trabajadora. Si puedo ver que la trabajadora A tiene tres hijos, cobra más que el trabajador B y que está a punto de ser despedida por TaskRabbit o Uber, estoy frente a la decisión de si quiero o no apoyarla. Al tiempo que hace la solidaridad un poco más fácil, este enfoque también provoca problemas de privacidad obvios.

Un buen diseño de las cooperativas de plataforma empieza por el desarrollo de una relación entre las diseñadoras y las usuarias.

El diseño de experiencia de usuaria en cooperativas de plataforma representa una gran oportunidad. La interfaz de estas plataformas podría instruir a las usuarias acerca de las normas laborales justas de la cooperativa y contrastar esto con la carencia de protecciones sociales en la sharing economy. En otras palabras, este tipo de plataformas podría visibilizar la injusticia establecida por la economía bajo demanda.

También sugiero el uso de la tecnología de distinciones de Mozilla llamada Open Badges [@mozilla-2012] para certificar que la plataforma en particular sigue los principios que he descrito anteriormente. No es muy diferente del café de comercio justo, que con todos sus defectos, ha capturado a un segmento del mercado y estas distinciones pueden certificar prácticas laborales éticas que se dan tras la pantalla.

Escala: Para construir una economía que sea socialmente justa y ecológicamente sostenible, la cooperativa debe ir más allá del imperativo de crecimiento. Las cooperativas no siempre tienen que crecer. Los negocios democráticamente controlados –como las cooperativas de trabajo–, podrían apuntar a lo pequeño, a los nichos de mercado locales sin tener que centrarse en ampliar su escala. Estos esfuerzos podrían comenzar en ciudades como París, Berlín, Río de Janeiro y otros municipios que han prohibido Uber. Si la prioridad es cuidar de las trabajadoras, entonces el crecimiento no es un imperativo inmediato. A diferencia de un sinnúmero de startups, el objetivo no consiste en abandonar el barco al lograr ser adquiridos, sino en construir negocios que duren décadas.

Formación y educación: Una de las razones por las que la española Mondragón es tan exitosa es que tiene una universidad cooperativa que alimenta directamente su red de negocios. Varias universidades estadounidenses establecieron centros dedicados a la preparación de las estudiantes para el trabajo cooperativo: la Universidad de Wisconsin (1962), el Estado de Kansas (1984), la Universidad Davis de California (1987) y el estado de Dakota del Norte (1994). En la ciudad de Nueva York, el Programa de Estudios del Trabajo en CUNY ofrece un curso de posgrado sobre las cooperativas de trabajo60. En Boston, en 2016, Sasha Costanza-Chock del MIT impartió un curso de diseño participativo basado en proyectos con cooperativas que son propiedad de las trabajadoras61. Enseñar diseño cooperativo y valores es un enfoque, otro sería pensar y construir una universidad que esté fundada sobre los principios de cooperación, un Black Mountain College 2.0.

¿Cómo podrían hoy las instituciones de aprendizaje alternativo preparar mejor a las jóvenes para el trabajo y la vida cooperativos? Una vez más, el trabajo de Janelle Orsi es esencial en este caso. En el libro del que es coautora, The Sharing Solution [La solución colaborativa], Orsi demuestra de una manera práctica, utilitaria, las distintas formas en las que compartir puede convertirse en parte de nuestra vida cotidiana: todo, desde compartir la vivienda, artículos para el hogar, espacio, tareas, cuidado de niños, transporte e incluso trabajar. The Sharing Solution establece las reglas prácticas básicas que podrían orientar a las estudiantes universitarios a un enfoque más cooperativo sobre la vida. Leelo; es el Whole Earth Catalog del intercambio genuino.

Para toda la gente

Debemos inventar una nueva Web al servicio de un modelo macroeconómico viable, en lugar de desarrollar una economía de datos completamente ruinosa. [@stiegler-2015]

En este momento, el capitalismo de plataforma se está definiendo de arriba abajo con decisiones que se toman en Silicon Valley y que ejecutan algoritmos en una caja negra. Lo que necesitamos es un nuevo relato sobre el intercambio, sobre la agregación, la apertura y la cooperación; uno en el que podamos creer.

El movimiento cooperativo tiene que llegar a un acuerdo con las tecnologías del siglo XXI. Va a costar trabajo lograr que la noción de cooperativas en línea sea tan común como la del trabajo asalariado. También va a implicar discusiones en diversos contextos nacionales y locales, dese Perú, Alemania e Italia al Reino Unido, Corea del Sur y la India.

La importancia del cooperativismo de plataforma no está en “destruir las plataformas Estrella de la Muerte” [@shareable-2015]. No se trata de la destrucción de señores oscuros como Uber sino de sobrescribirlos en la mente de las personas, incorporando diferentes modelos de propiedad y después re-insertándolas en la corriente principal. A finales de 1960 y principios de 1970, la contracultura formó comunidades utópicas; dejaron las ciudades para forzar la existencia su idea del futuro viviendo en el campo. Aquellos experimentos fracasaron con frecuencia. En términos de una parte integral de la cultura, el cooperativismo de plataforma puede llegar a ser un actor importante en la economía.

Para desarrollar con éxito cooperativas de plataforma, hay que poseer algo más que sabiduría práctica y un entusiasmo vertiginoso. Una postura anti-teórica, un rechazo de la auto-reflexión crítica –como vimos con la contracultura americana–, se convertirá en un impedimento. Necesitamos estudiar los fracasos y los éxitos del pasado. Tenemos que identificar las áreas en las que las cooperativas de plataforma presentan más probabilidades de tener éxito. Tenemos que difundir la ideología de un mutualismo que se pueda sentir, de los ideales comunitarios y de la cooperación que hacen todo esto posible. El cooperativismo de plataforma puede dinamizar una economía de intercambio genuino, la economía solidaria. No va a poner remedio a los efectos corrosivos del capitalismo, sino que puede mostrar que el trabajo, para la experiencia humana, puede ser dignificante en lugar de desvalorizador.

El cooperativismo de plataforma no tiene que ver con el próximo dispositivo o “plataforma”; sino con la prefiguración de una vida que no esté centrada en una empresa de accionistas. Hacer realidad el cambio no siempre es organizar un festín, ni escribir un ensayo, ni convocar una conferencia; no es tan cómodo: el cooperativismo de plataforma también implica confrontación.

Fortalecer y construir cooperativas de plataforma es esencial para que las personas con ideas afines se organicen. Yochai Benkler animó a este movimiento: “Si lo puedes imaginar, puede suceder, si lo haces a tiempo y capturas un mercado”62.

No podemos perder más tiempo. Los políticos y los propietarios de plataformas han estado prometiendo protección social, acceso y privacidad; pero exigimos la propiedad. Es hora de darse cuenta de que nunca la van a entregar. No pueden, pero nosotras debemos. A través de nuestro esfuerzo colectivo vamos a construir el poder político de un movimiento social que dará la vida a estas ideas.

Bibliografía


  1. http://platformcoop.net↩︎

  2. https://vimeo.com/149401422↩︎

  3. http://livestream.com/internetsociety/platformcoop/videos/105663835↩︎

  4. Juego de palabras entre unter y uber, en alemán “debajo” y “arriba” respectivamente. (Nota de la traducción.)↩︎

  5. http://www.nelp.org/content/uploads/Rights-On-Demand-Report.pdf↩︎

  6. https://vimeo.com/149979122↩︎

  7. El formulario 1099 es un informe de los diversos tipos de ingresos que una trabajadora recibe en todo el año que no sean el salario que un empresario le haya pagado. Las trabajadoras eventuales tienen que enviar estos formularios 1099 al Internal Revenue Service, la agencia impositiva de Estados Unidos.↩︎

  8. Como toda estudiante de los primeros años de su MBA sabrá, el empleo no es solo un concepto único, sino que describe un conjunto de derechos y son esos derechos fundamentales del trabajo los que están en riesgo.↩︎

  9. http://livestream.com/internetsociety/platformcoop/videos/105162259↩︎

  10. En 2015, más de la mitad de las conductoras de Uber no se quedan más de doce meses en la compañía. Para obtener más información, leer Raw Deal. How the “Uber Economy” and Runaway Capitalism Are Screwing American Workers de Steven Hill.↩︎

  11. http://carolinewoolard.com↩︎

  12. Las estadísticas de este párrafo están tomadas de Owning Our Future: The Emerging Ownership Revolution, de Marjorie Kelly.↩︎

  13. http://dept.kent.edu/oeoc/oeoclibrary/emiliaromagnalong.htm↩︎

  14. http://www.buerger-energie-berlin.de/das-ziel↩︎

  15. http://fpwa.org↩︎

  16. http://conferences.oreilly.com/nextcon/economy-us-2015/public/content/speakers↩︎

  17. https://vimeo.com/149516216↩︎

  18. https://vimeo.com/149540417↩︎

  19. http://www.theselc.org↩︎

  20. http://loconomics.com↩︎

  21. http://ali-alkhatib.com/media/presentations/PlatformCooperativism.pdf↩︎

  22. http://seed.coop/p/V1RtF0JQe/more?wrap=true↩︎

  23. http://democracycollaborative.org/↩︎

  24. Del término produsage, que propuso Axel Bruns en Blogs, Wikipedia, Second Life and Beyond: From Production to Produsage. New York: Peter Lang, 2008.↩︎

  25. http://resonate.io/2016↩︎

  26. http://stocksy.com↩︎

  27. http://membersmedia.net↩︎

  28. http://cadateamsters.org↩︎

  29. http://lazooz.org↩︎

  30. También en Israel, pero no como una cooperativa de plataforma, Google ha lanzado la aplicación Waze, que enlaza a las pasajeras que quieren llegar a sus lugares de trabajo con las conductoras que tienen que hacer un viaje similar. A las conductoras se les paga en función de la distancia que conduzcan, pero el sistema está configurado de manera que las conductoras no pueden convertirlo en un negocio.↩︎

  31. http://livestream.com/internetsociety/platformcoop/videos/104571608↩︎

  32. http://goodworkcode.org↩︎

  33. Más del 70% de las trabajadoras independientes en Estados Unidos informan que con frecuencia se les paga con retraso.↩︎

  34. Multihoming hace referencia a un dispositivo conectado a varias redes en caso de que falle alguna. (Nota de la traducción.)↩︎

  35. Actualmente más de 60 millones de trabajadoras del sector privado en Estados Unidos no tienen acceso a la baja por enfermedad.↩︎

  36. Para un análisis de la situación de las trabajadoras de Amazon Mechanical Turk, ver Lilly Irany, “Difference and Dependence among Digital Workers: The Case of Amazon Mechanical Turk” [Diferencia y dependencia entre trabajadoras digitales, el caso de Amazon Mechanical Turk], The South Atlantic Quarterly, enero de 2015.↩︎

  37. http://traity.com↩︎

  38. Los “diarios de las trabajadoras” de oDesk (ahora UpWork) documentan el flujo de trabajo de las trabajadoras. Esto incluye fotografías recurrentes de las trabajadoras con la cámara incorporada en el ordenador que utilizan y capturas de pantalla para medir el progreso del trabajo.↩︎

  39. Turkopticon es una extensión para el navegador web que permite a las trabajadoras absoluta independencia para evaluar conjuntamente a los expedidores en Amazon Mechanical Turk. http://turkopticon.ucsd.edu↩︎

  40. http://wiki.wearedynamo.org↩︎

  41. http://seed.coop↩︎

  42. http://goteo.org↩︎

  43. http://swarm.co↩︎

  44. Juego de palabras con Internal Revenue Service, la agencia impositiva estadounidense. (Nota de la traducción.)↩︎

  45. http://slack.externalrevenue.us↩︎

  46. La cita proviene de la charla de Max Dana en Platform Cooperativism en noviembre de 2015.↩︎

  47. http://robinhoodcoop.org↩︎

  48. https://vimeo.com/149532379↩︎

  49. https://vimeo.com/149381439↩︎

  50. Véase también la charla de Rachel O’Dwyer’s en el evento Platform Cooperativism: http://livestream.com↩︎

  51. La entidad sin ánimo de lucro Ethereum está ayudando a estas empresas.↩︎

  52. https://vimeo.com/150040123↩︎

  53. https://loomio.org↩︎

  54. La sede central de la Fundación Wikimedia cambió el correo por Loomio, permitiendo decisiones colaborativas en un staff de 180 personas.↩︎

  55. Para una discusión sobre la tecnología blockchain, véase: Nathan Schneider, Trebor Scholz “The Internet Needs a New Economy” en The Next System Project, Noviembre 8, 2015, http://www.thenextsystem.org↩︎

  56. http://dcentproject.eu↩︎

  57. http://consensys.net↩︎

  58. https://vimeo.com/149541466↩︎

  59. Cameron Tonkinwise en su charla en Platform Cooperativism: The Internet, Ownership, Democracy, http://platformcoop.net↩︎

  60. http://murphyinstituteblog.org↩︎

  61. http://codesign.mit.edu↩︎

  62. “Making It Work—Platform Coop 2015: Platform Cooperativism Conference”.↩︎

Revisiones

correcciones de etalii
— fauno, 30 Nov 2017

edsl #4
— fauno, 20 Nov 2017

todavia no sale en ninguna edsl
— fauno, 07 Oct 2016

metadata
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— fauno, 11 Sep 2016

bibliografía
— fauno, 11 Sep 2016

fin notas al pie
— fauno, 03 Sep 2016

hasta página 22
— fauno, 10 Aug 2016

y más! (con algunas notas)
— fauno, 31 Jul 2016

más correcciones
— fauno, 30 Jul 2016

mas correcciones leyendo el original
— fauno, 23 Jul 2016

saltos de linea feos
— fauno, 22 Jul 2016

localizando
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dos correcciones, mañana sigo
— kaze, 03 Jul 2016

typos, adaptacion local y género
— fauno, 06 Jun 2016