En Defensa del Software Libre
En nosotras confiamos: acuñando alternativas al capitalismo
Jerome Roos
Publicado en En Defensa del Software Libre #3
Publicado el 19/11/2014. Última modificación 27/01/2019
Jerome Roos estudió Economía Política Internacional en Sciences Po Paris y el London School of Economics y en la actualidad es un candidato a PhD en la European University Institute. Es también el editor fundador de la ROAR Magazine.
Traducción colaborativa realizada con el Hacklab de Barracas y Rancho Electrónico.
Más allá de Dios y el Estado, es el dinero el que manda. ¿Todavía podemos imaginar alternativas? ¿Qué rol jugarán innovaciones recientes como Bitcoin en esta lucha?
No es necesario suscribir al post-estructuralismo pseudo-oscurantista de Gilles Deleuze para reconocer que este filósofo francés ha realizado dos observaciones extremadamente proféticas. Primero, su hipótesis de principios de los ’90 de que la sociedad disciplinaria de Foucault, con sus escuelas, prisiones y asilos psiquiátricos, había dejado de ser el modo paradigmático de gobernabilidad bajo el neoliberalismo, para dar lugar a un naciente “estado de control”. En segundo lugar, su observación de que en esta sociedad del control emergente, la forma-dinero asume una centralidad renovada dentro de la reproducción de las relaciones de poder capitalistas. “Más allá del Estado”, dice Deleuze, “es el dinero el que manda, el dinero el que comunica y lo que necesitamos ahora no es una crítica al marxismo, sino una teoría moderna del dinero tan buena como la de Marx, que parta de donde él la dejó.”
Resulta interesante cómo Deleuze une estas dos observaciones mediante las cadenas de la deuda, a las que consideraba la “condición universal” del control capitalista. En su ampliamente citado Post Scriptum de 1992, escribió que “el hombre ya no es más el hombre confinado, sino el hombre endeudado.” Recordé estas palabras tan proféticas cuando asistí a la fascinante conferencia MoneyLab en Amsterdam. Organizado por el Institute of Network Cultures, el evento reunió a superestrellas intelectuales como Saskia Sassen y Franco ‘Bifo’ Berardi, con un grupo diverso e internacional de académicas, artistas, activistas, hackers y economistas heterodoxas, incluyendo a las otrora colaboradoras de ROAR Max Haiven y Brett Scott. El objetivo principal de esta innovadora reunión interdisciplinaria fue explorar “experimentos con modelos de ingresos, sistemas de pago y monedas en el escenario del declive de la economía global.”
Con paneles de discusión sobre “la monetización de todo”, “desmantelando las finanzas globales”, “más allá de Bitcoin”, “una crítica del financiamiento colectivo” y “diseñando alternativas”, las organizadoras de la conferencia encontraron el tono adecuado: en un mundo dominado por las finanzas, en un mundo completamente endeudado en el cual el dinero ha asumido eficazmente la función de significante universal al cual todos los aspectos sociales y naturales de la vida son rápidamente subordinados, necesitamos urgentemente empezar a explorar alternativas radicales a la forma-dinero capitalista; no porque las monedas alternativas sean, de una forma u otra, una panacea, sino porque el Estado y los bancos claramente no lo van a hacer por nosotras. A pesar de los grandes avances tecnológicos realizados en años recientes, las innovaciones de la derecha libertaria, como Bitcoin, no sirven. Así que hay una urgente necesidad de analizar, discutir y descubrir nuevas formas de asignar valor al trabajo, tiempo, naturaleza, comunidad y a los frutos de nuestra labor colectiva.
Lo más importante sobre MoneyLab, además de fortalecer la emergente red internacional de académicas, hackers y activistas que trabajan en una crítica a las finanzas y al desarrollo de monedas alternativas, sistemas de pago y modelos de ganancias, fue que simplemente aconteciera. De hecho, hace menos de cinco años muy poca gente hablaba seriamente sobre el dinero. Hoy, al menos entre intelectuales y activistas, pero también cada vez más entre la población en general, pareciera haber un verdadero resurgimiento en el interés sobre la naturaleza y la importancia del dinero, así como sobre el rol crítico que las monedas alternativas y los sistemas mutuales de crédito podrían jugar en la subversión del nexo estado-finanzas para liberarnos del control capitalista.
En gran parte gracias a la crítica de Occupy sobre las finanzas globales, a la influyente publicación Deuda: Los primeros 5000 años de David Graeber, al resurgimiento de relecturas no dogmáticas de Marx y a la incansable (aunque no muy revolucionaria) militancia de grupos como Positive Money y la New Economics Foundation por una reforma hacia las monedas heterodoxas, la cuestión del dinero finalmente parece haber sido liberada de la sofocante escena de teóricos antisemitas de la conspiración, libertarios de derecha y anarcocapitalistas fanatizados con una moneda que había estado, hasta ahora, confinada a sus propios dominios. Por fin, un proyecto internacional está empezando a tomar forma para investigar y experimentar con alternativas concretas, preparando el terreno para un mundo en el que los medios de producción son comunes y tanto la forma como la creación de dinero están sujetas al control de nuevas comunidades de usuarios, empoderadas por una democracia directa.
Mientras resulta imposible incluir en un solo artículo los muchos puntos relevantes que fueron discutidos en la conferencia, quiero alumbrar los que considero algunos de los más importantes puntos que presentaron las participantes, junto con algunos pensamientos adicionales que me inspiraron. Me disculpo de antemano por dejar de lado las otras incontables e interesantes observaciones. En las próximas semanas y meses tenemos la esperanza de revisitar la cuestión del dinero con más detalle aquí, en ROAR. Como siempre, son bienvenidas contribuciones sobre el tema.
El dinero es deuda
Uno de los puntos donde hubo consenso entre las participantes de MoneyLab fue la adherencia a una teoría heterodoxa sobre la creación de dinero que ha sido llamada “la teoría del dinero como crédito”. Propuesta a principios del siglo XX por el economista británico Alfred Mitchell-Innes y popularizada recientemente por el antropólogo David Graeber y por think tanks heterodoxos como Positive Money, la teoría del dinero como crédito se basa en dos afirmaciones principales. En primer lugar, los orígenes históricos del dinero no descansan en su función como medio de intercambio que facilita las ineficiencias del trueque (como afirmaron Adam Smith y Karl Marx), sino en su función como unidad de contabilidad para obligaciones sociales varias. El dinero, en otras palabras, se origina en la deuda, o tal vez más apropiadamente, en la relación deudor-acreedor. Por lo tanto el dinero no debe ser visto como una cosa, un objeto o mercancía, sino como una relación social. De hecho, es una relación de poder entre desiguales, una que opone los deudores a los acreedores de forma permanente. En The Making of the Indebted Man (La creación del hombre endeudado), Maurizio Lazzarato incluso afirma que la relación deudor-acreedor es la relación de clase fundamental, siendo el capital el “acreedor universal”.
La banca privada crea dinero
La segunda afirmación que hacen las teóricas del dinero como crédito, de la que se hicieron eco las participantes de MoneyLab y que fue recientemente confirmada en un paper publicado por el Banco de Inglaterra, es que cada vez que un banco realiza un préstamo está creando dinero. La pura simplicidad de esta afirmación invita a la incredulidad. ¿Pueden acaso los bancos privados crear dinero de la nada? ¿Está acaso el dinero creado por los bancos centrales actuando en beneficio del Estado? La respuesta es sí: los bancos centrales crean dinero, pero el que crean es o crédito que extienden a los bancos privados o dinero en efectivo, cuando el efectivo sólo constituye un pequeño porcentaje de la cantidad total de dinero. En EEUU e Inglaterra, el papel moneda y las monedas constituyen apenas el 3% del agregado monetario y en la eurozona se acerca al 10%. El resto es dinero-crédito “virtual” que existe como números en una pantalla. La mayor parte de este dinero existe gracias a un truco contable muy básico en el que el banco simplemente crea crédito en la cuenta de un cliente, creando el depósito en el mismo proceso. Los escépticos hegemónicos argumentan que este dinero es técnicamente creado por los bancos centrales cuando extienden crédito a los bancos privados, que luego “multiplican” sus depósitos para generar dinero adicional. En esta teoría keynesiana de creación de dinero, defendida vehementemente por Paul Krugman, los bancos centrales todavía controlan la cantidad total de moneda. Sin embargo, hay evidencias recientes que desafían este punto de vista y el paper del Banco de Inglaterra, aunque no niega que los bancos centrales juegan un papel importante, establece sin ambigüedades que “la creación de dinero difiere en la práctica con algunas concepciones; los bancos no actúan solo como intermediarios, prestando los depósitos que hacen los ahorristas, ni tampoco ‘multiplican’ el dinero del banco central para crear nuevos depósitos y préstamos.” En realidad es al revés: los bancos privados toman la iniciativa extendiendo crédito y sólo buscan obtener depósitos adicionales luego del hecho. Como dice el Banco de Inglaterra: “Cuando un banco hace un préstamo, simultáneamente crea un depósito del mismo valor en la cuenta bancaria del prestatario, por lo tanto crea nuevo dinero.”
Las finanzas no son sólo sobre el dinero
El relato anterior ilustra claramente que las finanzas no se tratan sólo de dinero, o al menos no de dinero en tanto cosa. Los bancos no son simples intermediarios que cuentan ahorros e inversiones y redistribuyen el capital eficientemente hacia la economía en búsqueda de las ganancias más altas. Mientras que las finanzas han habilitado la monetización de todo, Saskia Sassen insistió correctamente en su charla que “si reducimos las finanzas al dinero, nos estamos perdiendo los aspectos claves de la trama.” Sassen define las finanzas como una capacidad y no necesariamente una benigna. La finanza es la capacidad de vender algo que no tenés, o, volviendo a lo que decíamos antes, la capacidad de crear dinero y sin tenerlo colocarlo como crédito de un préstamo. Esto confiere a las finanzas un vasto poder estructural y un potencial enormemente destructivo: sólo hay que pensar en el 44% de los hogares griegos que viven bajo la línea de pobreza o los 9 millones de familias estadounidenses y el medio millón de propietarias españolas que han sido desalojadas de sus casas desde el comienzo de la crisis en 2008. Como dice Sassen, las finanzas modernas con la deuda como su instrumento, sus derivaciones e innovaciones, constituyen “enormes complejidades que producen simple brutalidad.”
Tenemos que empezar a hackear el dinero
Partiendo de esto, resulta claro que para liberarnos de la esclavitud por deuda, democratizar verdaderamente la sociedad y crear espacios políticos y fiscales que den lugar a alternativas radicalmente emancipatorias, el duopolio público-privado que crea el dinero (lo que David Harvey refirió como el nexo estado-finanzas) necesita ser desmantelado con urgencia. La idea de que esto puede realizarse sin tocar el capitalismo es una ilusión muy peligrosa. No existe tal cosa como una economía productiva “real” aislada de la economía financiera “virtual”. El capitalismo contemporáneo depende de las finanzas en cada uno de sus aspectos. Tocar las finanzas es tocar el capitalismo; tocar el capitalismo es tocar al Estado capitalista. En el presente, claramente no tenemos las herramientas ni la fuerza para desafiar fundamentalmente el nexo estado-finanzas, ni mucho menos para destruirlo y reemplazarlo por otra cosa. Pero algunas de las más privilegiadas entre nosotras tienen la oportunidad de subvertir las finanzas globales de formas nuevas y creativas.
Este fue el tema de la charla de Brett Scott sobre “hackear el futuro del dinero” donde este activista sudafricano argumentaba que necesitamos aplicar la ética hacker a la forma en que interactuamos con las finanzas: comenzando por desensamblarlas en pequeñas partes, estudiar su funcionamiento interno y su relación con otras partes, para toquetear sus componentes principales y explorar los resultados de tales intervenciones. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si sacáramos el interés de la ecuación? ¿Qué pasaría si cambiáramos hacia una banca con reserva plena? ¿Qué pasaría si nuestra moneda incluyera una tasa de demurrage (es decir un impuesto a su acaparamiento) que se redistribuyera como renta básica? No hace falta decir que “hackear” las finanzas en estas pequeñas formas no será suficiente para minar su poder estructural; pero “abrir” el dinero y toquetear sus componentes principales será un primer paso esencial para profundizar nuestra comprensión de su funcionamiento interno y para encontrar formas de subvertir su potencial destructivo (e incluso dominar sus capacidades creativas) con un objetivo revolucionario.
El dinero es clave para la autonomía
Aunque las monedas alternativas no sean una panacea, pueden jugar un rol importante en la construcción de autonomía, tanto de las finanzas como del Estado. Por supuesto que la autonomía completa no es posible mientras el modo de producción hegemónico y la forma-dinero dominante se mantengan puramente capitalistas, pero esto no debería evitar que comencemos a quebrar la fachada de la dominación financiera al desarrollar alternativas concretas en el aquí-y-ahora. En este momento están teniendo lugar muchísimos experimentos para desarrollar cooperativas obreras, clínicas de salud autónomas, economías solidarias, etc. Pero como David Harvey observaba correctamente, estos proyectos son loables pero en última instancia serán de corta duración si continúan dependiendo del capital y/o el Estado para su supervivencia económica.
Una de las contradicciones fundamentales contra las que las formas de producción autónomas y cooperativas tienden a chocar es que usualmente requieren alguna forma de inversión para comenzar. Mientras las cooperativas obreras dependan de bancos privados para financiarse, estarán sujetas a las mismas exigencias estructurales que las empresas ordinarias: deberán lograr un plusvalor (es decir, generar ganancias) para poder pagar los préstamos con sus intereses y por lo tanto se verán forzadas a reproducir el comportamiento de las formas capitalistas en el mercado competitivo, o, en su caso, a enfrentar las consecuencias y cerrar (un ejemplo de esto es la reciente bancarrota de algunas cooperativas Mondragón en el País Vasco). En este contexto, las monedas alternativas y el crédito mutuo pueden jugar un rol importante, cortando la dependencia de las cooperativas obreras respecto al financiamiento privado y respecto al ciclo de acumulación capitalista en general, recuperando de esta manera el sentido de agencia colectiva y autonomía productiva.
El dinero se basa en la confianza
Ya que el dinero es en última instancia una relación social enraizada en un entendimiento común y un reconocimiento mutuo de nuestras obligaciones hacia otros, una moneda exitosa depende fundamentalmente en la confianza. No es coincidencia que credere, creer o confiar, sea la raíz latina de la palabra crédito. En este sentido, la crisis crediticia de 2008, de la que seguimos sintiendo ramificaciones hoy en día, es propiamente una crisis de confianza: de desconfianza sobre la capacidad de los prestatarios para pagar los préstamos, desconfianza sobre el valor real de las balanzas de las instituciones financieras, desconfianza sobre la voluntad de los banqueros para mantener su parte del trato, desconfianza sobre las intenciones del Estado con respecto a las jubilaciones, servicios públicos, ahorros, etc. Esta observación no intenta “psicologizar” el capitalismo (ya que claramente la raíz de la crisis es sistémica), sino exponer una paradoja fundamental que descansa en el corazón de su forma financiera.
Después de todo, ¿no es acaso el hecho de no confiar en nadie un aspecto definitorio de la cultura mafiosa de Wall Street? Fidite nemini parece reinar como el dogma de la desconfianza en el capitalismo competitivo. ¿No era Ayn Rand quien exaltaba las virtudes del egoísmo y denunciaba las maldades del altruismo, precisamente porque el hombre sólo debe confiar en sí mismo y nadie más? En la sociedad hiper-individualista de la actualidad, nuestra confianza en la humanidad y entre nosotras está siendo desplazada rápidamente por una confianza infantil en los dos avatares de la gobernabilidad neoliberal: el dinero-crédito y el Estado de seguridad. Basta mirar un billete de 20USD o una moneda cualquiera para encontrar la inscripción “en Dios confiamos”. ¿Pero cuál Dios? Giorgio Agamben estaba completamente en lo cierto cuando dijo hace poco: “Dios no murió, fue transformado en dinero”. ¿No es precisamente porque estamos tan desarraigados de cualquier sentido de comunidad, tan profundamente sospechosas de la gente y el mundo que nos rodean, que todavía tenemos la voluntad de demostrar una devoción incuestionable a una entidad abstracta que no terminamos de comprender, que en este caso es Mammon, la deidad de la avaricia? El dinero, entonces, es tanto lo que nos une como lo que nos divide. Como dijo el joven Marx:
Si el dinero es mi unión con la vida humana, lo que me une a la sociedad, lo que me conecta con la naturaleza y el hombre, ¿no es acaso el dinero la unión de todas las uniones? ¿No puede acaso disolverse y unir todos los lazos? ¿No es también, por lo tanto, el agente universal de la separación? Es la moneda la que realmente separa así como es el agente de la unión real, el poder químico de la sociedad.
Por supuesto, el corrimiento de la confianza y la fé hacia la forma-dinero no es nada nuevo. Cuando el dinero-crédito y la reserva bancaria fraccional emergieron en la Florencia proto-capitalista del siglo XV, desecando a la comunidad de creyentes que sostenían el poder de la Iglesia, el fraile dominicano conservador Girolamo Savonarola organizó una “hoguera de las vanidades” para protestar la diabólica ocupación del dinero sobre el amor de Dios. Por la misma razón, Dante reservó un lugar especial para el avaro en el cuarto anillo del Infierno, mientras que el usurero sería forzado a caminar por tierra hirviente bajo una lluvia de llamas por toda la eternidad. Gracias al capitalismo, la Iglesia perdió su monopolio sobre la “virtud” y el dinero se convirtió rápidamente en el significante maestro del valor. El corrimiento de la fé humana de Dios hacia el dinero alcanzó su apoteosis durante el desarrollo simbiótico de las finanzas modernas y el Estado nación. Marx observó que la deuda soberana y la confianza privada en la voluntad del gobierno de pagar su deuda jugaron un papel central en ese proceso. “El crédito público”, dijo, “se convierte en el credo del capital. Y con el surgimiento de la creación de deuda nacional, la necesidad de fé en la deuda nacional toma el lugar de la blasfemia contra el Espíritu Santo, que no puede ser perdonada.”
Las monedas alternativas tienen un problema de escala
La hasta cierto punto más abstracta discusión previa nutre directamente el siguiente punto, que fue otra observación importante hecha por una serie de críticas sobre las criptomonedas, incluída la de Franco ‘Bifo’ Berardi. Uno de los retos principales que las monedas alternativas encaran es la cuestión de escala –la cual, a su vez, tiene algunas implicaciones muy importantes para la cuestión de la confianza. Por un lado, tenemos una proliferación de monedas locales, algunas ya bastante enraizadas en sus comunidades, donde personas comunes y corrientes buscan reapropiar y reincorporar dinero con una matriz diferente de valores comunes para facilitar la satisfacción de necesidades y deseos sociales importantes. Estas monedas locales a veces remiten a una noción ciertamente romántica de territorialidad que busca aterrizar relaciones humanas en un mundo tangible de seres humanos reales, por tanto contraponiendo un sentido tangible de socialización al ámbito virtual y abstracto de las permutas de incumplimiento crediticio y los contratos derivativos complejos que caracterizan las finanzas modernas. Una cosa que tienen en común es que están basadas principalmente en la confianza. Está claro, sin embargo, que las monedas locales nunca van a poder retar –mucho menos reemplazar– al capital de financiamiento global como tal. A lo sumo, las monedas locales van a convertirse en monedas complementarias significativas que pueden ser agregadas a una mezcla más amplia de instrumentos monetarios. Si vamos a idear algún tipo de alternativa al capitalismo global, sin embargo, tendremos que empezar a pensar tanto en una escala territorial mucho más amplia (es decir, global) o trascender la territorialidad completamente, desarrollando monedas no-locales (donde no-localidad refiere al concepto de la física cuántica donde dos objetos, separados en el espacio y sin un intermediario, pueden sin embargo mantener un contacto directo entre sí). Esto último nos remite al reino de las criptomonedas como Bitcoin: una moneda digital de pares capaz de poner a una granjera keniana en contacto directo con sus clientes y a una estudiante norteamericana o una banquera de Wall Street en contacto directo con su dealer, sin intermediación de un banco o Estado. La tecnología de pares detrás de Bitcoin es bastante revolucionaria en este aspecto. Lo que estamos presenciando es una prueba de concepto muy excitante: ¡podemos crear dinero sin necesidad de bancos ni estados!
La criptografía no nos liberará (por sí misma)
Pero, como Bifo enfatizó en su charla, el principio de automatización que se esconde detrás de criptomonedas como Bitcoin esconde también un gran riesgo: al rechazar explícitamente la necesidad de confianza en una comunidad de usuarias y hacer de esto la característica fundamental de su diseño tecnológico (una contadora pública y distribuida llamada “blockchain”), Bitcoin amenaza con remover de la forma-dinero los últimos residuos de lazos sociales, transformándose en el agente de separación definitivo. Precisamente porque es decentralizado y no-local, Bitcoin es incapaz de operar sobre la base del principio de confianza, tal como lo hacen las monedas locales. En cambio, es diseñado con base en el mismo principio randiano que anima la cultura bancaria: fidite nemeni, ¡no confíes en nadie! Ahora que hemos sido abandonadas por Dios, las finanzas y el Estado, un ejército de ciber-libertarians1 anónimas propone un nuevo ícono al que adorar: la criptografía. Entonces nuestra fe se desplaza hacia el sofisticado código fuente que se esconde detrás de las nuevas formas de dinero digital.
El dinero, entonces, se automatiza. Una vez que es programada y liberada, se supone que la moneda asume vida propia. Por supuesto los críticos pueden bifurcar el código fuente y crear sus propias alternativas, pero el principio es el mismo: la criptografía anónima reemplaza a la confianza en tanto medida de nuestra socialización, removiendo por tanto los últimos restos de humanidad de la ecuación. Por lo tanto, Bitcoin no resuelve la crisis de confianza del capitalismo; sólo la radicaliza al insistir que es imposible confiar en nada ni nadie más allá del código. Así instruía un miembro del foro de Bitcoin a otros entusiastas: “No confíen en los intercambios, ni en las billeteras en línea, ni en los antivirus, no confíen en nadie conectado.” Mientras estaba completamente en lo cierto, debería quedar claro que esta profundización de la paranoia social no es otra cosa que la esquizofrenia capitalista en esteroides. No hay absolutamente nada liberador en la automatización de la desconfianza. Una sociedad en la que las personas han cesado de confiar entre sí es simplemente el perfeccionamiento de la distopía egoísta de Ayn Rand. Una manifestación pesadillezca de un punto de vista hiper-individualista.
Como me indicaba luego de la conferencia mi amigo Rutger Kaput, filósofo en la Universidad de Oxford, en tiempos de engaño universal, la simple confianza entre nosotras se convierte en un acto revolucionario. Seguramente el deseo romántico de las comunidades locales de antaño no hará caer la dictadura financiera. Pero un mundo sin confianza no es un mundo en el que vale la pena vivir. Como argumentaba convincentemente Quinn DuPont, la criptografía puede tener un rol importante en la lucha contra el control estatal. Pero si empezamos a fetichizarla, creyendo que de alguna forma puede reemplazar la confianza como el pegamento de nuestros lazos sociales, solo terminaremos profundizando nuestra alienación con respecto a otros seres humanos. Porque, sin confianza, ¿que sería de nuestro propósito común? En este caso, la contradicción fundamental que observaba Marx entre el dinero como el lazo social definitivo y el agente universal de separación sólo podría amplificarse. Bifo estaba en lo cierto cuando argumentaba que en la automatización de la desconfianza a través de la criptografía, el neoliberalismo finalmente encuentra su avatar, su manifestación perfeccionada.
Bitcoin no es una moneda revolucionaria
A esto, debemos puntualizar la observación –debidamente repetida en Moneylab– de que, aparte de los problemas morales que conlleva su diseño tecnológico amoral, hay una cuestión crucial en el diseño monetario de Bitcoin: es esencialmente conservador en su naturaleza. De hecho, Satoshi Nakamoto, el fundador misterioso de Bitcoin, fue claramente influenciado por teorías monetarias ortodoxas e ideas económicas libertarias de derecha y no en menor grado por las propuestas del archi-neoliberal Friedrich Hayek, que ya en la década de 1970 llamaba a la “denacionalización del dinero”. Pero lo más importante es que Bitcoin está diseñado para funcionar como el oro: se crea exógenamente, a través de un complejo proceso algorítmico llamado “minado”, para luego circular como mercancía. Estas nuevas monedas se crean con una tasa predeterminada, con un límite definido a la cantidad total de dinero. Esto significa que la provisión de moneda no podrá crecer a la par que la cantidad de usuarias y transacciones de Bitcoin se expandan, lo que eventualmente producirá deflación. (La deflación es un decrecimiento en el nivel general del precio de los bienes y servicios y fue la plaga del patrón oro que destruyó millones de vidas durante la Gran Depresión). El hecho de que los Bitcoin sean divisibles al infinito demuestra que Nakamoto estaba bien al tanto de esto y codificó la deflación deliberadamente.
Pero mientras las trabajadoras sufren la deflación, que agrava el desempleo y presiona para bajar los salarios, los ricos se benefician. Después de todo, si tenés un montón de ahorros, el poder de compra de tu dinero aumenta cada vez que el nivel general de precios cae. Esto significa que la deflación incentiva el acaparamiento al recompensar la acumulación de dinero. En la deflación, los ricos se enriquecen aún más sin hacer nada. En lugar de poner su dinero en circulación, como hace una trabajadora cuando compra sus necesidades básicas o el capitalista “productivo” cuando adquiere maquinaria, materia prima y fuerza de trabajo, el acaparador mantendrá su oro o Bitcoins fuera de circulación tanto como pueda. Los regímenes monetarios deflacionarios, como Bitcoin o el patrón oro, alimentan la concentración de riquezas y poder. No resulta sorprendente entonces que Bitcoin ya tenga su propia élite ultra rica. Para julio de 2011, el 97% de las cuentas en Bitcoin contenían menos de diez de estas monedas, mientras que un total de 78 entidades acaparaban 10.000 Bitcoins cada una. Stanislas Jourdan hacía la pregunta correcta en respuesta a esta cuestión: ¿Cómo es posible que una forma monetaria altamente concentrada y deflacionaria sirva de ayuda a los griegos?
El financiamiento colectivo no es “el estado de bienestar anarquista”
Al escuchar a algunas de las participantes de MoneyLab, creo que hay otro peligro del que tenemos que estar alertas, que es el de la romantización del financimiento colectivo (crowdfunding) como un modelo de financiamiento revolucionario, que de alguna forma liberará a artistas y otras creativas de la necesidad de becas, regalos y préstamos. Una participante, autodeclarada “consultora en crowdfunding”, no paró de hablar de “crowdfundear tus sueños”, mientras que otra hacía referencia a Kickstarter2 como el “estado de bienestar anarquista”. El peligro de todo esto es que terminamos idealizando las necesidades y confundiéndolas con soluciones. En la era de la austeridad, donde las becas y los subsidios son recortados y el dinero que todavía está disponible se concentra cada vez más en proyectos con mayor valor de mercado y reconocimiento de nombre, el crowdfunding es la única opción disponible para los proyectos creativos que no poseen un obvio valor de cambio y por lo tanto son incapaces de competir por subsidios o inversiones que de entrada son escasos.
Otro riesgo es que al enfatizar sólo los éxitos del financiamiento colectivo, terminamos reproduciendo ciertos mecanismos ideológicos que sostienen la definición hegemónica del éxito, en tanto virtud emprendedora que oscurece la explotación que interviene en el proceso. ¿Acaso la visión idealizada de “crowdfundear tus sueños” no es una manera brillante de reinventar el Sueño Americano para la clase creativa emergente? Un rápido vistazo al sitio de IndieGoGo3 revela la triste realidad detrás del financimiento colectivo: en la página principal se nos presentan los proyectos exitosos, generando expectativa entre las posibles participantes (“si ellas pudieron yo también”). Sin embargo, al navegar por las diferentes categorías podemos encontrar otros tantos proyectos que nunca alcanzarán su objetivo. Mientras estos proyectos generen ganancias, están efectivamente juntando dinero para la plataforma. En el fondo, aquellas que no poseen capacidad de marketing y acceso a redes ricas son de inicio marginadas. El “estado de bienestar anarquista”, entonces, no es tan igualitario y el plusvalor que genera termina en los bolsillos de los dueños de la plataforma.
Además, resulta que la “multitud” del crowdfunding muchas veces ni siquiera existe. La vasta mayoría de las ganancias de Kickstarter no proviene de los “grandes éxitos” (que meramente atraen atención hacia su marca, en una forma de estrategia de marketing) sino de la gran cantidad de proyectos más pequeños. Estos proyectos pequeños dependen de familiares y amigas para alcanzar sus objetivos. Esto significa que el así llamado “estado de bienestar anarquista” es de hecho el soporte comunitario transformado en fuente de lucro de las plataformas de crowdfunding. La ayuda mutua de familiares y amigas termina siendo subsumida en el proceso de acumulación de capital. El crowdfunding, en definitiva, explota una necesidad (la de las creativas por encontrar nuevas formas de financiarse en la era de la austeridad) para capturar una solución comunal (la ayuda mutua) y convertirla en una mercancía. Donde el estado de bienestar tradicional retrocede, la comunidad avanza y la empresa privada se las arregla para lucrar con nuestro altruismo.
¡Resulta crucial no fetichizar el dinero!
Las observaciones previas parecen apuntar en la misma dirección: mientras que las monedas alternativas a la forma-dinero capitalista serán esenciales para la construcción de la autonomía del nexo estado-finanzas y la recuperación del control sobre nuestras vidas, existe un grave riesgo de que las soluciones que profesamos terminen circunscriptas en la lógica del sistema monetario y financiero presente y por lo tanto convertidas en otra forma de especulación, apropiación y acumulación. Resulta crucial, por lo tanto, no fetichizar las monedas alternativas y los modelos de ganancias. Construir autonomía y desafiar el nexo estado-finanzas requiere de una lucha multidimensional que tenga por objetivo atacar todos los niveles de relación social capitalista. Si fallamos en retomar los medios de producción, llevar la democracia a los lugares de trabajo, organizarnos a nivel nacional y global, desarrollar nuevos modelos de toma de decisión, reconstruir confianza en nuestras comunidades y más allá, encontrar formas de defendernos de la represión estatal, etc., las monedas alternativas se convertirán en poco más que una impotente expresión de un admirable pero inofensivo deseo por el cambio social. Nuestro proyecto político de largo plazo es romper el poder del capital y democratizar radicalmente la sociedad desde abajo. Si perdemos de vista este horizonte más amplio en el que la búsqueda de alternativas monetarias está en última instancia imbuida, estamos condenadas al fracaso.
El verdadero desafío es redefinir el valor
Mientras es posible que en los próximos años la cuestión del dinero asuma una importancia central para el movimiento anticapitalista emergente, debemos ser extremadamente cuidadosas de no caer en el síndrome del mesías, que suele caracterizar a las más recientes “conversas” a la causa que nos ocupa. Al descubrir que el dinero es creado por la banca privada y que la deuda con interés alimenta continuamente la necesidad de expansión económica que es el corazón del sistema capitalista, muchas personas tienen un “momento eureka” –“¡Ya sé! ¡El dinero es la raíz del mal! ¡Creemos una moneda alternativa y cambiemos el mundo!”– que las ciega temporariamente de las otras contradicciones fundamentales del sistema (tema que David Harvey aborda en su próximo libro). No puedo enfatizar lo suficiente que el dinero es sólo uno de los elementos (ciertamente uno de los principales, pero sólo uno de ellos) dentro de un proceso de valorización y un modo de producción y acumulación que es extremadamente complejo y que no puede ser simplemente reducido a sus partes constituyentes. Un desafío crucial –que siempre medra detrás de las formas superficiales del dinero– es el que presentó Max Haiven en MoneyLab y en su nuevo libro, Crisis de imaginación, crisis de poder: necesitamos empezar a re-imaginar colectivamente y re-definir materialmente no sólo lo que es el valor, sino también qué es lo que valoramos.
Aquí llegamos finalmente al terreno de la política: ¿Cómo podemos llegar a decisiones comunes sobre lo que ha de ser valorado? ¿Valoramos lazos personales o el anonimato? ¿Valoramos comunidad o individualidad? ¿Hay una forma de unir estos opuestos aparentes o disolver sus contradicciones inherentes, o estarán siempre en conflicto? ¿Qué es lo que valoramos de nosotras mismas? ¿Qué valoramos de las demás? ¿Qué es lo que valoramos en la naturaleza, en el trabajo, en el placer? ¿Y cómo podemos imbuir estos valores –tanto morales como económicos– en la misma forma-dinero? En última instancia, si estamos hablando de crear una sociedad radicalmente diferente, la cuestión del valor tendrá que estar de alguna manera disociada del dinero. El valor de cambio es una cosa; el valor de uso, como apuntaba Marx, es otra muy distinta (sin mencionar la importancia cultural, estética y ecológica del valor de no-uso). ¿Será posible organizar una sociedad basada en el valor de uso (y no-uso), antes que en los valores de cambio? ¿Cómo será tal sociedad? ¿Cómo llegamos ahí? ¿Seremos capaces de confiar en las buenas intenciones de cada una y en nuestro sentido de propósito común mientras disputamos y luchamos en relación a las posibles respuestas?
En este momento nadie tiene la respuesta, –pero al menos hemos comenzado a hacer las preguntas correctas. En un mundo altamente monetarizado, en el que los seres humanos han cesado de contar por cualquier cosa, esto, al menos, tiene que contar para algo.
No traducimos libertarian para no confundir con libertarias de raíz anarquista. (Nota de la traducción.)↩︎
Uno de los primeros sitios de financiamiento colectivo. Casi todos cobran comisión del dinero recolectado. (Nota de la traducción.)↩︎
Otro sitio de financiamiento colectivo. (Nota de la traducción.)↩︎
Revisiones
unificar la definición de libertarian
— fauno,
27 Jan 2019
eliminar el título repetido, lo agregamos con un plugin
— fauno,
27 Jan 2019
tapas
— fauno,
04 Jun 2016
preparando para jekyll-pandoc-multiple-formats
— fauno,
14 Feb 2016
comentarios de @mauriciopasquier
— fauno,
26 Nov 2014
links y algunas correcciones de @seykron
— fauno,
25 Nov 2014
@seykron me convenció
— fauno,
25 Nov 2014
ultimas correcciones
— fauno,
25 Nov 2014
Correcciones de @SisifoP
— elinstantedesisifo,
24 Nov 2014
comentarios de @tessconlimon
— fauno,
20 Nov 2014
MoneyLab
— fauno,
19 Nov 2014